Tony Vallelonga es un italoamericano de rudos modales, no muy amigo de los negros, al que le sale un trabajo de chófer y asistente (lo cual viene a ser un eufemismo) del Doctor Shirley, un virtuoso pianista negro que hará una gira por algunos de los lugares más profundos y racistas de Estados Unidos.
En la temporada de premios, es muy común que se estrenen muchos filmes con rimbombantes lemas publicitarios, como “un prodigio”, “una de las mejores películas de la década”, “un derroche de virtudes” y demás lindeces destinadas a captar la atención del espectador ante la concatenación de estrenos oscarizables. Green Book (ídem, 2018) es una de esas películas, y aunque no me cabe duda que las mencionadas frases atrajeron mi mirada, no es menos cierto que el hecho de que Viggo Mortensen, actor que más allá de El señor de los anillos ha demostrado tener un enorme talento (Captain Fantastic es un maravilloso ejemplo), y Mahershala Ali (ganador del Oscar por su papel en la estupenda Moonlight) sean los protagonistas es lo que fue lo que, verdaderamente, hizo que me decidiera verla.
Un dato que sorprende de este drama cómico o comedia dramática (me decanto más por lo segundo, a pesar de que drama no le falte) es que uno de los directores de cintas tan gamberras (y conocidas) como Dos tontos muy tontos, Algo pasa con Mary o Yo, yo mismo e Irene sea el que lleve la batuta. Me refiero a Peter Farrelly, que también produce y coescribe el libreto junto a Brian Currie y Nick Vallelonga (sí, el hijo de Tony Vallelonga, que se reserva un papelito en el film junto a algún otro Vallelonga). Y lo hace en solitario porque su hermano Bobby tuvo una desgracia personal (su hijo murió por sobredosis) que le impidió ponerse tras las cámaras, y, ciertamente, es un cambio notable respecto a su filmografía precedente.
Porque del humor grueso de las mencionadas cintas y unas cuantas más, ha pasado a otro mucho más sutil y refinado, pero siempre presente aun tratándose de una historia con una gran carga dramática, haciendo que sea mucho más ligera y llevadera, provocando que el espectador salga de la sala con una sonrisa.
Aunque lo que se nos muestra durante toda la película sea una sociedad racista hasta llegar a lo enfermizo, la peculiar relación que se establece entre los personajes principales tiene tal preponderancia (y fuerza y química), que es su evolución lo que marca el tono. Tony, al inicio, es tan racista como todos los demás (ahí está el momento de los vasos), pero el hecho de que conozca y conviva con alguien como Shirley, tan alejado de los cánones y preconcepciones que pudiera tener un blanco sobre un negro en aquella época, le hace forzosamente cambiar (como se prevee desde el principio), además el mismo hecho de ver (y padecer) las situaciones de humillación y marginación que tiene que sufrir el pianista por el color de su piel, hace que poco a poco se aperciba de que su forma de pensar era errónea. El viaje hacia el sur es, por tanto, no solo un viaje donde uno reclama su dignidad y la de los suyos, sino en la que otro reconoce la dignidad de un prójimo al que no consideraba como igual.
En este sentido, el film de Peter Farrelly funciona muy bien, nos ofrece un viaje exterior e interior plagado de buen humor y buenos sentimientos, un agradibilísimo recorrido por la América profunda. Pero, por otra parte, este largo trayecto en coche, aunque con bonitas vistas y buena conversación, es previsible, pasa por los baches que uno espera y termina aparcando exactamente donde era imaginable.
En la temporada de premios, es muy común que se estrenen muchos filmes con rimbombantes lemas publicitarios, como “un prodigio”, “una de las mejores películas de la década”, “un derroche de virtudes” y demás lindeces destinadas a captar la atención del espectador ante la concatenación de estrenos oscarizables. Green Book (ídem, 2018) es una de esas películas, y aunque no me cabe duda que las mencionadas frases atrajeron mi mirada, no es menos cierto que el hecho de que Viggo Mortensen, actor que más allá de El señor de los anillos ha demostrado tener un enorme talento (Captain Fantastic es un maravilloso ejemplo), y Mahershala Ali (ganador del Oscar por su papel en la estupenda Moonlight) sean los protagonistas es lo que fue lo que, verdaderamente, hizo que me decidiera verla.
Un dato que sorprende de este drama cómico o comedia dramática (me decanto más por lo segundo, a pesar de que drama no le falte) es que uno de los directores de cintas tan gamberras (y conocidas) como Dos tontos muy tontos, Algo pasa con Mary o Yo, yo mismo e Irene sea el que lleve la batuta. Me refiero a Peter Farrelly, que también produce y coescribe el libreto junto a Brian Currie y Nick Vallelonga (sí, el hijo de Tony Vallelonga, que se reserva un papelito en el film junto a algún otro Vallelonga). Y lo hace en solitario porque su hermano Bobby tuvo una desgracia personal (su hijo murió por sobredosis) que le impidió ponerse tras las cámaras, y, ciertamente, es un cambio notable respecto a su filmografía precedente.
Porque del humor grueso de las mencionadas cintas y unas cuantas más, ha pasado a otro mucho más sutil y refinado, pero siempre presente aun tratándose de una historia con una gran carga dramática, haciendo que sea mucho más ligera y llevadera, provocando que el espectador salga de la sala con una sonrisa.
Aunque lo que se nos muestra durante toda la película sea una sociedad racista hasta llegar a lo enfermizo, la peculiar relación que se establece entre los personajes principales tiene tal preponderancia (y fuerza y química), que es su evolución lo que marca el tono. Tony, al inicio, es tan racista como todos los demás (ahí está el momento de los vasos), pero el hecho de que conozca y conviva con alguien como Shirley, tan alejado de los cánones y preconcepciones que pudiera tener un blanco sobre un negro en aquella época, le hace forzosamente cambiar (como se prevee desde el principio), además el mismo hecho de ver (y padecer) las situaciones de humillación y marginación que tiene que sufrir el pianista por el color de su piel, hace que poco a poco se aperciba de que su forma de pensar era errónea. El viaje hacia el sur es, por tanto, no solo un viaje donde uno reclama su dignidad y la de los suyos, sino en la que otro reconoce la dignidad de un prójimo al que no consideraba como igual.
En este sentido, el film de Peter Farrelly funciona muy bien, nos ofrece un viaje exterior e interior plagado de buen humor y buenos sentimientos, un agradibilísimo recorrido por la América profunda. Pero, por otra parte, este largo trayecto en coche, aunque con bonitas vistas y buena conversación, es previsible, pasa por los baches que uno espera y termina aparcando exactamente donde era imaginable.
LO MEJOR:
-Viggo Mortensen y Mahershala Ali.
-Que es una road movie de muy agradable y divertido visionado desde su principio hasta su fin.
-Su mensaje.
LO PEOR:
-Resulta previsible.
¿Quién debería verla?
Quien guste de películas inspiradas en hechos reales que te dejan con una sonrisa al salir de la sala.
¿Y quién no?
Quien espere una comedia típica de los Farrelly.
La imagen:
Vallelonga tratando cordialmente a Shirley y abriéndole la puerta del coche ante unos atónitos espectadores.
LO PEOR:
-Resulta previsible.
¿Quién debería verla?
Quien guste de películas inspiradas en hechos reales que te dejan con una sonrisa al salir de la sala.
¿Y quién no?
Quien espere una comedia típica de los Farrelly.
La imagen:
Vallelonga tratando cordialmente a Shirley y abriéndole la puerta del coche ante unos atónitos espectadores.
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