Eres un traidor, has traicionado tus ideas y valores, tus sueños y deseos, has tirado por la borda todo lo que querías ser.
Antaño soñabas con lo que ibas a hacer, cuando te preguntaban los mayores les respondías que serías veterinario, biólogo o astronauta. Durante años alimentabas esos sueños con infantiles fantasías, con quimeras de gloria e ingenuas ilusiones.
Mas a la par que ibas creciendo esos sueños lo hacían contigo, a pesar de todo te obcecabas por cumplirlos, por llegar a ellos, con ilusión y abnegación intentabas cumplir lo que tanto anhelabas. Pero los años, los desengaños, las frustraciones, la perdida de la inocencia, de la ingenuidad y la aparición del deseo de lo material comenzaron a borrar aquellos anhelos, convirtiéndose en meros recuerdos de un lejano pasado, cubriéndose de niebla el trozo de memoria donde se alojaban.
Y te sale la barba, y lo que ansiabas antes ya nada significa para ti, ahora tu mayor anhelo es tener un trabajo en el que cobres mucho dinero para así poder comprarte una casa, un coche último modelo, lo mejor en tecnología... y una novia que esté buena.
Y cuando pasen los años y se torne tu barba cana, y recuerdes con nostalgia los años de tu infancia, recuerdes tus ingenuos y simples sueños infantiles, seguro que sonreirás. Pero esa sonrisa pronto desaparecerá, el tiempo de mirarte al espejo y mirar tus ojos, vacíos de toda ilusión, saciados de objetos materiales, de amores fingidos y drogas de diseño. Entonces te darás cuenta de lo que has hecho de tu vida, entonces serás consciente de que tan sólo eres una gris sombra de lo que querías ser, que tu vida ha sido como la de una medusa, que te has dejado arrastrar por las corrientes para ir capturando lo que pasaba a tu alrededor. Y entonces, con lágrimas en los ojos, te darás cuenta que eres un traidor, el peor de los traidores, pues te has traicionado a ti mismo, a aquellos sueños infantiles, aquellos sueños libres de avaricia y maldad, inocentes e inocuos para la humanidad, aquellos sueños que no sólo pensaban por tu propio bien sino también por el bien de los demás. Llorarás, y las lágrimas, saladas, paladearás, y en esos momentos debes de comprender que nunca es tarde para corregir el rumbo, para seguir la senda original. Si lo haces, ya nada será igual.