
En La carretera (The Road) (me tomo la libertad de poner el título en español porque me parece una estupidez dejar el original con lo sencilla que resulta la traducción), somos testigos del viaje de un padre (un magnífico Viggo Mortensen) y su hijo (Kodi Smit-McPhee, otro niño prodigio) hacia la costa este (y al sur, siempre al sur) de Estados Unidos con la esperanza de encontrar un lugar donde se pueda vivir y no sólo sobrevivir, pero para ello deberán sortear un gran peligro: sus semejantes. Hombres desesperados que están dispuestos cualquier cosa con tal de conseguir una lata de comida, o aún peor, hombres que no pestañearían en acabar con ellos para echarlos en un caldero.
Como supongo que ya habréis adivinado, y no sólo por la pequeña sinopsis que he escrito sino también por el cartel y tráiler del film que probablemente hayáis visto, no no encontramos ante, precisamente, una historia feliz, sino que es un angustioso relato sobre la supervivencia, sobre la descarnada lucha de un padre para que su hijo viva en un mundo donde o eres lobo o estás muerto. Así, desde el primer momento no dejamos de padecer lo que padecen los protagonistas, su angustia, su hambre y sus expectativas para encontrar alimento, el frío que pasan en las noches a la intemperie, el miedo ante la visión de otras personas aunque aparentemente sean inofensivas... Y es ahí donde está el contraste entre el padre y el hijo, pues el primero, y a pesar de lo que le ha inculcado a su retoño, no se fía ni de desvalidos ancianos ni de hombres solitarios, y es su hijo quien, cual inocente Pepito Grillo, le pide que eche una mano a algún que otro personaje; y la cosa es que entendemos el miedo del padre, el que no

Se podría afirmar que el entorno es otro personaje más, así nos encontramos con bosques cuyos árboles están muertos, pueblos y ciudades abandonadas y con evidentes signos de caos y pillaje, autopistas sin coches, casas (aparentemente) vacías y caminos, muchos caminos desiertos donde lo complicado (pero no por ello deseado) es toparse con algún otro viajero. Todos estos escenarios yermos junto con la fotografía del español Aguirresarobe, la sobria puesta en escena, el maquillaje y vestuario (además de una inquietante banda sonora y efectos de sonido) logran crear una ambientación, una atmósfera, oscura y decadente, incrementando toda esa angustiosa sensación de peligro que se respira a lo largo de todo el filme.
La carretera no es una película complaciente con el espectador, y aún así al final nos deja ese punto de esperanza (que se potencia más si esperamos un poco en la sala y nos molestamos en escuchar la música de los créditos), una película dura repleta de momentos dramáticos, pero también de otros tiernos, una historia de supervivencia que resulta creíble, por desgracia, demasiado creíble.

LO MEJOR:
-Viggo Mortensen y Kodi Smit-McPhee (y un irreconocible Robert Duvall).
-Según los entendidos la fotografía de Javier Aguirresarobe es de lo mejor... yo creo que no se equivocan.
-El guión y la ejecución del mismo.
LO PEOR:
-Que la Academia hollywoodiense se haya olvidado completamente a la hora de las nominaciones a los Oscar.
-¿A quién se le ocurre llevar un niño pequeño a ver esta película? Pues a una madre que se sentó cerca de mí se le ocurrió...
-Aunque el chaval lo hace muy bien, resta credibilidad el hecho que tenga aspecto tan sano durante todo el metraje.
¿Quién debería verla?
Si te gustan los filmes post-apocalípticos seguro que éste también te gustará.
¿Y quién no?
No es la alegría de la huerta precisamente, es un filme dramático donde los haya; así que si no te apetece ver más penurias que las que ya ves en el día a día no te la recomiendo. Pero sobre todo no se lo recomiendo a nadie que tenga menos de 13 años (y lo digo sobre todo por esos padres, a los que ya he mencionado, que llevan a sus hijos infantes a ver películas a todas luces inadecuadas para ellos).
El plano:
El momento en el que la cámara enfoca a un montón de billetes y joyas en el suelo, esparcidos junto a la basura reinante.
El dato:
En Estados Unidos ha tenido una acogida más bien fría por la crítica, todo lo contrario que en tierras europeas.
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