Anoche me sorprendí a mí mismo viendo la 24º Edición de los Premios Goya. Y es que nunca antes había visto ninguna entrega de dichos premios y ésta captó mi atención desde el principio, me enganchó, y eso que en algún momento me dije que iba a apagar la televisión para hacer algo más interesante, pero nada, que al final siempre me quedaba la curiosidad de cuál iba a ser el siguiente premio, o cuál sería la siguiente ocurrencia de Buenafuente; y como encima no había publicidad pues no podía poner la excusa de que fuera a terminar a las tantas. Eso sí, no hubo muchas sorpresas, como ya sabréis la triunfadora fue Celda 211, la gran película carcelaria de Daniel Monzón se hizo con los premios a mejor película, mejor dirección, mejor guión adaptado, mejor actor principal, mejor actor revelación, mejor actriz de reparto, mejor sonido y mejor montaje; mientras que le siguió con un Goya menos el péplum de Amenábar, Ágora, que se quedó con casi todos los premios técnicos y el de mejor guión original. La única sorpresa de la noche en cuanto a premios fue la de Raúl Arévalo, que se llevó el de mejor actor de reparto por su papel en Gordos, de Daniel Sánchez Arévalo. Mientras que la gran perdedora fue El baile de la victoria, que no se llevó ningún premio, y eso que optaba a nueve cabezones. Y la otra gran sorpresa fue la aparición (además de Pocoyó) de Pedro Almodóvar, quien desde hace tiempo no se lleva nada bien con la Academia, parece que esto ha cambiado con la entrada como presidente de la misma de Alex de la Iglesia, quien por cierto dio un discurso que no daba lugar a lamentaciones, y en el que instó a trabajar al mundillo cinematográfico español. No está mal para variar.
Total, que la ceremonia resultó ser muy entretenida, tanto que alguien que nunca ha logrado ver más de un premio o dos en anteriores ediciones se la haya tragado entera. Esperemos que sigan por este camino en próximas entregas.
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