Toda acción tiene una reacción, y toda reacción a su vez puede generar nuevas acciones y, con ello, lo que puede nacer como algo pequeño convertirse en notorio. No sé si este es el caso, pero sin duda una reacción sí que fue determinante para que me decidiera hacerme con un clásico del shojo, del que hablaban maravillosamente bien desde Pro Shojo Spain (hecho que, obviamente, también pesó mucho en mi decisión). Esta reacción fue la polémica que se suscitó acerca del diseño de la sobrecubierta de la obra, con un fondo oscuro, un poco estrellado, y el rostro de la protagonista copando la mayor parte del espacio. Concordé, como la mayoría, que no era lo más estético del mundo, pero tampoco me parecía tan horripilante como proferían algunos tuiteros (y más comparándola con la de una edición francesa), así que me dije iba a apoyar la obra.
Paradójicamente, también fue importante el hecho de que no soy un gran lector de shojo, y de que fuera un clásico. Con ello quería satisfacer dos huecos como otaku completista: leer un manga dirigido en inicio a una demografía diferente a la mía y conocer una historia fundamental, que marcaría a muchos mangakas, y que sentó precedentes en la forma de narrar y crear personajes.
Paradójicamente, también fue importante el hecho de que no soy un gran lector de shojo, y de que fuera un clásico. Con ello quería satisfacer dos huecos como otaku completista: leer un manga dirigido en inicio a una demografía diferente a la mía y conocer una historia fundamental, que marcaría a muchos mangakas, y que sentó precedentes en la forma de narrar y crear personajes.