Fue mi padre quien me habló, cuando era un retaco, de Mortadelo y Filemón. Lo hizo transmitiéndome entusiasmo por los personajes, y eso que él nunca ha sido un gran lector, y logró despertarme el gusanillo y que deseara tener en mis manos una aventura de los agentes de la T.I.A. Fue, curiosamente, el número 100 de la revista Super Mortadelo, que publicaba Ediciones B, el primer tebeo de los personajes con el que me hice. Creo recordar (porque aunque aún conservo la revista no la tengo a mano para comprobarlo) que la historieta que contenía era un capítulo de La tergiversicina. Fue amor a primera vista, a pesar de sus escasas 8 páginas me encantó (y el resto de la revista tampoco me disgustó para nada). A partir de ahí cada vez que pasaba por un kiosco mis ojos no podían sino buscar a un tío alto, calvo y con gafas y a otro con dos pelos.
Y aunque mis padres no podían comprarme un cómic tantas veces como hubieran deseado, un servidor se releyó mil veces los que iba consiguiendo y devoró los ejemplares de la biblioteca del pueblo (no solo de Mortadelo): nació un enamorado de las viñetas. Un enamorado que, con el paso de los años, fue descubriendo otros estilos, que se reenamoró del noveno arte gracias al manga y su infinidad de temáticas, pero que nunca jamás se olvidó ni renegó de las criaturas del gran Francisco Ibáñez, no dejando de leerlos aunque fuera más espaciadamente.
Mortadelo y Filemón son sin duda los personajes más populares de Ibáñez, habiendo cosechado un éxito más que notable en países como Alemania, pero el genial dibujante creó otros muchos en las más de 50.000 páginas que dibujó a lo largo de su dilatada carrera, como Pepe Gotera y Otilio, La familia Trapisonda, Rompetechos, 13, Rue del Percebe o páginas tan curiosas como Imposible pero mentira, entre otros muchos.
Con Ibáñez se va una parte muy importante de mi infancia y juventud, se va el hombre que con su ingenio me hizo reír tantas veces, que llenó tantas horas...
Y aunque mis padres no podían comprarme un cómic tantas veces como hubieran deseado, un servidor se releyó mil veces los que iba consiguiendo y devoró los ejemplares de la biblioteca del pueblo (no solo de Mortadelo): nació un enamorado de las viñetas. Un enamorado que, con el paso de los años, fue descubriendo otros estilos, que se reenamoró del noveno arte gracias al manga y su infinidad de temáticas, pero que nunca jamás se olvidó ni renegó de las criaturas del gran Francisco Ibáñez, no dejando de leerlos aunque fuera más espaciadamente.
Mortadelo y Filemón son sin duda los personajes más populares de Ibáñez, habiendo cosechado un éxito más que notable en países como Alemania, pero el genial dibujante creó otros muchos en las más de 50.000 páginas que dibujó a lo largo de su dilatada carrera, como Pepe Gotera y Otilio, La familia Trapisonda, Rompetechos, 13, Rue del Percebe o páginas tan curiosas como Imposible pero mentira, entre otros muchos.
Con Ibáñez se va una parte muy importante de mi infancia y juventud, se va el hombre que con su ingenio me hizo reír tantas veces, que llenó tantas horas...
Francisco Ibáñez murió el 15 de julio de 2023, a la edad de 87 años, habiendo dedicado siete décadas no solo a dibujar tebeos, sino a radiografiar y reírse de la actualidad del momento y de una sociedad como la nuestra, digna de parodiar (o una digna parodia).
Gracias, muchas gracias, Ibáñez.
2 comentarios:
Se nos ha ido un grande.
Descanse en paz.
¿Alguien en España no ha leído al menos una de sus historietas? Ha marcado millones de infancias (y vidas). D.E.P.
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