A pesar de haber leído más de una crítica, y no pocos comentarios, aseverando que Un amor entre dos mundos (Upside Down, 2012) era un experimento bonito, de propuesta original, pero resultado fallido, el tráiler del segundo largometraje de Juan Solanas (Nordeste) me causó tan buena impresión, y su idea me pareció tan fresca, que decidí concederle una oportunidad para, por mí mismo, descubrir sus aciertos y fracasos.
Nos encontramos en un sistema solar desconocido donde se da la excéntrica paradoja de que hay dos planetas que comparten la misma órbita y que casi se rozan, pero que nunca llegan a hacerlo gracias a la peculiar gravedad que tienen. En el Planeta de Abajo vive Adam, huérfano que se dedica a pasear por las montañas y que un buen día sube tan alto, traspasando la zona prohibida, que tiene un encuentro con una niña del Planeta Superior. Pasan los años y siguen viéndose a escondidas, evadiendo las brigadas fronterizas si hace falta, pues está terminantemente prohibido que haya contacto entre los habitantes de ambos mundos. Pero son descubiertos y separados. Más tarde Adam buscará la forma de reencontrarse con su amada.