Al enterarme, vía Twitter, que el último y esperado nuevo trabajo de Hayao Miyazaki iba a ser la película inaugural del Festival de San Sebastián, no solo me llevé una grata alegría, sino que, rápidamente, mi mente maquinó la posibilidad de acudir a verla.
Ello conllevaba cambiar por completo los planes vacacionales, lo que me hizo pensármelo, pero también suponía una oportunidad de conocer la capital guipuzcoana a la par que ver antes de su estreno (que en ese momento no se conocía, pero se esperaba que fuera con suerte a inicios de 2024) la película que más esperaba del año.
Obviamente, los planes cambiaron y acudí (muy bien acompañado) al prestigioso certamen donostiarra con una sola película en mi agenda: El chico y la garza (Kimitachi wa dô ikiru ka, 2023).
Previamente a la proyección disfruté del ambiente de la bonita ciudad y de la cinéfila atmósfera que se iba impregnando en ella, viendo por casualidad la llegada de Fang Bingbing, Dominic West o Juan Antonio Bayona al Hotel María Cristina, disfrutando un día después del ambiente de la alfombra roja y de la gala de inauguración, concisa, sin grandes adornos, pero muy entretenida y con instantes la mar de divertidos. Justo al final de la misma fui testigo del breve mensaje (23 segundos, informó el director del festival) de Miyazaki, un anciano embutido en su sempiterno delantal, sin su característica barba (lo cual lo hacía más anciano) que estaba trabajando en Ghibli Park según sus propias palabras. Y "muchas gracias". Muy escueto. A todos nos hubiera encantado tenerlo allí delante recogiendo el premio Donostia a toda su increíble carrera, o que su discurso hubiese sido más elocuente, pero igualmente nos dimos por contentos y nos emocionamos cuando anunciaron el premio e hicieron un breve homenaje al maestro.
Si ya de por sí escribir sobre cualquier película de Studio Ghibli me cuesta (como he comentado en muchas ocasiones), este caso se hace más difícil al ser, otra vez, la última película de Miyazaki, y más todavía al tratarse de una historia con los suficientes elementos como para considerarla como una obra peculiar dentro de la rica filmografía miyazakiana.
Ello conllevaba cambiar por completo los planes vacacionales, lo que me hizo pensármelo, pero también suponía una oportunidad de conocer la capital guipuzcoana a la par que ver antes de su estreno (que en ese momento no se conocía, pero se esperaba que fuera con suerte a inicios de 2024) la película que más esperaba del año.
Obviamente, los planes cambiaron y acudí (muy bien acompañado) al prestigioso certamen donostiarra con una sola película en mi agenda: El chico y la garza (Kimitachi wa dô ikiru ka, 2023).
Previamente a la proyección disfruté del ambiente de la bonita ciudad y de la cinéfila atmósfera que se iba impregnando en ella, viendo por casualidad la llegada de Fang Bingbing, Dominic West o Juan Antonio Bayona al Hotel María Cristina, disfrutando un día después del ambiente de la alfombra roja y de la gala de inauguración, concisa, sin grandes adornos, pero muy entretenida y con instantes la mar de divertidos. Justo al final de la misma fui testigo del breve mensaje (23 segundos, informó el director del festival) de Miyazaki, un anciano embutido en su sempiterno delantal, sin su característica barba (lo cual lo hacía más anciano) que estaba trabajando en Ghibli Park según sus propias palabras. Y "muchas gracias". Muy escueto. A todos nos hubiera encantado tenerlo allí delante recogiendo el premio Donostia a toda su increíble carrera, o que su discurso hubiese sido más elocuente, pero igualmente nos dimos por contentos y nos emocionamos cuando anunciaron el premio e hicieron un breve homenaje al maestro.
Si ya de por sí escribir sobre cualquier película de Studio Ghibli me cuesta (como he comentado en muchas ocasiones), este caso se hace más difícil al ser, otra vez, la última película de Miyazaki, y más todavía al tratarse de una historia con los suficientes elementos como para considerarla como una obra peculiar dentro de la rica filmografía miyazakiana.
Y no es porque falten los ingredientes de sus películas (el uso de la verticalidad, la importancia de la naturaleza, la guerra como telón de fondo, personajes fuertes enfrentados a adversidades...), de hecho no son pocos los pasajes y planos que traen a la memoria otros de sus filmes (desde Laputa a Chihiro), pero tiene no pocos elementos que se salen de lo que ha hecho hasta la fecha, metiéndose en caminos más alegóricos quizás, pero también surrealistas, e incluso paródicos, adicionando un humor con toques cartoon. Elementos que hacen que, en un primer visionado al menos, no sea una película que uno recomiende para empezar a adentrarse en el universo Ghibli, y quizá por ello, aunque resulte paradójico, sí que sea recomendable para los neófitos.
La producción de El chico y la garza ha sido la más dilatada de cualquiera de las películas de Hayao Miyazaki, aunque no ha superado a la de la (estupenda) El cuento de la princesa Kaguya, del perfeccionista Isao Takahata, lo cual se nota, cómo no, en el acabado de la cinta. Y eso que en esta ocasión el veterano realizador no ha podido supervisar y corregir con sus propias manos cada plano como le hubiera gustado, y a pesar de todo le tuvieron que acotar para que no se entrometiera en el trabajo de Takeshi Honda, que ejerce de director de animación (por elección de Miyazaki). Como iba diciendo, la atención al detalle, la renuncia a utilizar el ordenador y su larga producción hacen que El chico y la garza sea un gozoso espectáculo para la vista, con una genuina animación marca de la casa (que ha contado con el apoyo de otros estudios como se puede observar en los créditos, como Production I.G o Studio 4°C), que sorprende en algunas secuencias (como en el prólogo, un instante pesadillesco con resonancias pictóricas) sea por su detalle o espectacularidad (tiene momentos que pueden considerarse épicos).
Por todo lo que he escrito y más, me es muy difícil valorar en el primer visionado a El chico y la garza, y creo que la segunda vez tampoco aclarará todas las cuestiones. No es una película fácil, por lo que lo mejor es invitar a todas aquellas personas curiosas y amantes del cine a acercarse a esta historia de crecimiento, a la par que una reflexión sobre los lazos familiares con tintes autobiográficos, inspirada en inicio (y digo eso porque tira por otros derroteros) en ¿Cómo vives? de Genzaburo Yoshino, que se quiten de la cabeza cualquier idea preconcebida y se sumerjan en la increíble aventura de Mahito, las poderosas imágenes que la pueblan y la fascinante música (de nuevo compuesta por Joe Hisaishi) que potencia las oníricas secuencias.
La producción de El chico y la garza ha sido la más dilatada de cualquiera de las películas de Hayao Miyazaki, aunque no ha superado a la de la (estupenda) El cuento de la princesa Kaguya, del perfeccionista Isao Takahata, lo cual se nota, cómo no, en el acabado de la cinta. Y eso que en esta ocasión el veterano realizador no ha podido supervisar y corregir con sus propias manos cada plano como le hubiera gustado, y a pesar de todo le tuvieron que acotar para que no se entrometiera en el trabajo de Takeshi Honda, que ejerce de director de animación (por elección de Miyazaki). Como iba diciendo, la atención al detalle, la renuncia a utilizar el ordenador y su larga producción hacen que El chico y la garza sea un gozoso espectáculo para la vista, con una genuina animación marca de la casa (que ha contado con el apoyo de otros estudios como se puede observar en los créditos, como Production I.G o Studio 4°C), que sorprende en algunas secuencias (como en el prólogo, un instante pesadillesco con resonancias pictóricas) sea por su detalle o espectacularidad (tiene momentos que pueden considerarse épicos).
Por todo lo que he escrito y más, me es muy difícil valorar en el primer visionado a El chico y la garza, y creo que la segunda vez tampoco aclarará todas las cuestiones. No es una película fácil, por lo que lo mejor es invitar a todas aquellas personas curiosas y amantes del cine a acercarse a esta historia de crecimiento, a la par que una reflexión sobre los lazos familiares con tintes autobiográficos, inspirada en inicio (y digo eso porque tira por otros derroteros) en ¿Cómo vives? de Genzaburo Yoshino, que se quiten de la cabeza cualquier idea preconcebida y se sumerjan en la increíble aventura de Mahito, las poderosas imágenes que la pueblan y la fascinante música (de nuevo compuesta por Joe Hisaishi) que potencia las oníricas secuencias.
LO MEJOR:
-Que haya sido seleccionada para inaugurar un festival tan importante, y encima en España.
-Haber podido acudir al mismo, disfrutado por unas horas de su ambiente, de la gala, incluyendo un sentido homenaje a mi director más admirado, así como de ser de los primeros en Europa en ver la peli.
-La increíble animación, la música, que Miyazaki nunca parezca cansarse a pesar de que sufre al crear.
-Una historia que, pienso, ganará con los revisionados.
-Que se vaya a estrenar a finales de octubre.
-Que haya sido seleccionada para inaugurar un festival tan importante, y encima en España.
-Haber podido acudir al mismo, disfrutado por unas horas de su ambiente, de la gala, incluyendo un sentido homenaje a mi director más admirado, así como de ser de los primeros en Europa en ver la peli.
-La increíble animación, la música, que Miyazaki nunca parezca cansarse a pesar de que sufre al crear.
-Una historia que, pienso, ganará con los revisionados.
-Que se vaya a estrenar a finales de octubre.
LO PEOR:
-Esas personas que ni siquiera en un festival de cine son capaces de despegarse del móvil.
-Esas personas que ni siquiera en un festival de cine son capaces de despegarse del móvil.
¿Quién debería verla?
Todo el mundo (aunque no aseguro satisfacción, sí que no se saldrá como se entró a la sala).
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