12 mayo 2016

El cuento de la princesa Kaguya

Isao Takahata, sobre todo si lo comparamos con su compañero, socio y rival Hayao Miyazaki, nunca ha sido un cineasta fácil, representa el rostro menos comercial del Studio Ghibli a pesar de tener a sus espaldas trabajos de renombrado prestigio y calidad. Así que entrar a una sala, al día siguiente del estreno doble de las dos últimas obras del estudio que creó joyas como El castillo en el cielo y Recuerdos del ayer, y verla completamente llena, es una de las mayores satisfacciones que todo el que ame su cine (y el cine en general) se puede llevar. Menos mal que me tomé la molestia de comprarlas con cierta antelación, porque si hubiera apurado es probable que ni siquiera pudiéramos haber entrado ese día las cinco personas con gran criterio que nos sumamos al evento.

La llegada a España de El cuento de la princesa Kaguya (Kaguya-Hime no Monogatari, 2013) ha sido un tanto azarosa y dilatada (quizá no tanto como su producción, pero casi), pero al final ha tenido un desenlace feliz. Y es que en su momento Vértigo Films anunció su lanzamiento en formatos domésticos directamente, sin pasar siquiera por un estreno técnico, luego dicho lanzamiento se retrasó unos meses, cosa que ya nos debió de mosquear (a mí no, pero porque soy paciente), pero cuando llegó la fecha y la distribuidora anunció un nuevo retraso, este indefinido, alegando motivos ajenos a la empresa, ahí si que nos extrañamos. Así que esperamos pacientes sin que Vértigo dijera nada, llegado a tal silencio que hasta desde Generación GHIBLI se creó una iniciativa de recogida de firmas donde se instaba a la empresa a la edición de la película. Poco tiempo después de dicha iniciativa, desde la cuenta de Twitter de Vértigo publicaban un tuit que anunciaba el estreno tanto de El cuento de la princesa Kaguya como de El recuerdo de Marnie, para inmediatamente desaparecer y, al poco, volver a “reaparecer” reafirmando el doble estreno el 18 de marzo de 2016. No me lo terminaba de creer. Complicado fiarse.

Tras hace casi una semana (a la hora de escribir estas líneas) de haber podido disfrutar de las dos cintas en pantalla grande, y entre medio de haber pasado unos días de escasa salud, me lo creo, pero parece todo como un sueño, un sueño hermoso, sí, pero tan efímero como los días que van a permanecer en cartelera sendas películas (aunque ojalá me equivoque -por desgracia no me equivoqué-).
Sanuki no Miyatsuko vive junto a su mujer en una zona rural de Japón, son un anciano matrimonio sin hijos que se dedican a sus labores, él cortando bambú en el bosque de ídem, ella en las faenas del hogar. Un día que el buen hombre, como siempre, está cortando bambú, observa que una caña emite un brillo extraño; se acerca a ella y, de repente, brota una minúscula personita que no tarda en transformarse en un rollizo bebé con ganas de crecer. Los ancianos lo consideran un regalo de los dioses, y que estos quieren que lo críen lo mejor posible.

La base en la que se cimienta la historia de Isao Takahata (y Riko Sakaguchi, coautor del guion) es un cuento popular japonés notablemente conocido (y con innumerables versiones) y, hasta donde recuerda un servidor, Takahata se mantiene fiel a las partes más importantes del mismo, si bien añade mucho de cosecha propia, creando un largometraje que conserva la esencia del cuento, aportando una profundidad que no tenía.

Así, una sencilla historia popular se convierte en toda una oda a la libertad, donde la protagonista posee una energía exuberante y muchas ganas de vivir y descubrir la vida, siendo su madre adoptiva la que observa complacida su felicidad, mientras que su padre vive también feliz ante tal imagen pero, llegado el momento, piensa que los dioses desean que la joven princesa todavía sin nombre merece la vida y la educación de una auténtica noble. Pero esta nueva y encorsetada vida, a pesar de los lujos y del gran palacio, no hacen más que enjaular a un pájaro que desea libertad, la felicidad que intenta procurar el bueno de Miyatsuko se convierte en desdicha para Kaguya, pero el hombre es incapaz de ver nada, incluso cuando Kaguya rechaza a sus nobles pretendientes con peticiones imposibles no es capaz de ver sus sentimientos como sí lo hace la madre.
Por tanto, el film maneja temas que Takahata ya ha tocado en otros de sus trabajos, como Recuerdos del ayer, aunque en este filme lo hacía desde un punto de vista contemporáneo, nos encontramos con dos mismos mundos opuestos, que chocan, el rural y el urbano, uno sin lujos, trabajando duro con las manos pero viviendo en un entorno envidiable y sin ataduras; el otro con lujos y comodidades de todo tipo, sin necesidad de ensuciarse las manos e incluso de trabajar, pero encorsetados por unas reglas absurdas y enjaulados entre cuatro paredes. Maravilloso es el momento en el que, durante la celebración del paso a la edad adulta de la princesa, esta huye tras escuchar a algunos de los invitados, esa huida desesperada hacia un mundo menos cruel y superficial, un mundo donde no existan reglas ni convenciones absurdas que le impidan disfrutar de una fiesta realizada en su nombre, y donde no hablen de ella como un mero objeto sin sentimientos ni emociones.

Es quizá esta secuencia el clímax de la cinta de Isao Takahata, y sin duda donde llega a su paroxismo en lo que se refiere a su estética, donde los trazos se transforman rabiosamente con la música y la indignación y rabia que bullen de la protagonista. Pero toda la película es una maravilla visual, un trabajo valiente realizado por ordenador que recuerda a las pinturas a acuarela y a la pintura tradicional nipona (que juega mucho con los espacios en blanco), y que ha costado casi ocho años concluir al realizador y su equipo (Miyazaki siempre se ha quejado de la lentitud de Takahata, el cual, para la película que nos ocupa, dedicó cinco años para completar el storyboard de los primeros treinte minutos).

El cuento de la princesa Kaguya no es un solo momento, es la unión de todas sus secuencias, todos sus planos, acompañados por la estupenda música de Joe Hisaishi (el compositor inicial era Michio Mamiya, el mismo de La tumba de las luciérnagas Shinichiro Ikebe, compositor en varias películas de Akira Kurosawa y en la serie dirigida por Miyazaki Conan, el niño del futuro, pero cuando quedaban pocos meses para la finalización de la producción se anunció el cambio), todos esos detalles, palabras y gestos de sus protagonistas la que en suma hacen que sea una auténtica obra maestra de artesanía a pesar de haber sido realizada digitalmente. Su resultado lo justifica.


LO MEJOR:
-Visualmente es toda una maravilla, probablemente lo más osado que ha realizado Ghibli.
-Su historia, sus personajes, su banda sonora, su realización... Todo.

LO PEOR:
-Que muchas personas sean incapaces de superar las barreras de los prejuicios (las excusas que pongan, son otra historia) y no se atrevan a ver una película tan diferente y especial como esta.

¿Quién debería verla?
Lo que hay que tener claro es que no es una cinta pensada para críos, así que niños abstenerse, hasta cierta edad al menos, pues se trata de una historia larga y notablemente madura pese a lo que pueda parecer.

¿Por qué...
... los aficionados no acuden en masa al cine a cada (rara) ocasión en la que llega un anime a nuestras salas?

3 comentarios:

Earendilion dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Earendilion dijo...

Últimamente estoy revisitando con mi hijo bastantes películas de Ghibli (para ver si consigo sacarlo del Call of duty y meterle en otro tipo de cosas).
Pues tengo claro que me has convencido. Me han entrado unas ganas locas de verla.
Fantástica reseña, como siempre.

Neovallense dijo...

Me parece genial que le animes a descubrir o redescubrir la filmografía de Ghibli, además de hacerle ampliar aficiones lo metes de lleno en un mundo de grandes películas :D

Me alegra de que la reseña te haya convencido como para que te entren ganas de verla con tu hijo, espero de veras de que os sorprenda y no os decepcione en ningún momento.

Saludos, y gracias por comentar y leerme ^^