Icíar Bollaín es una de las pocas directoras (y probablemente la más exitosa) del cine español, además suele hacer cine comprometido (ya como actriz lo hizo), lo era Te doy mis ojos, donde retrataba la problemática de la violencia machista; lo era también su anterior trabajo, También la lluvia, donde narraba dos historias, una la colonización de américa y la otra la privatización del agua, donde aprovechó para retratar las diferencias sociales y la marginación de los indígenas. Con Katmandú, un espejo en el cielo (ídem, 2011) vuelve a hacer cine social (nunca ha dejado de hacerlo), en esta ocasión inspirándose en el libro de la maestra y activista Victoria Subirana, Una maestra en Katmandú, y es la misma realizadora (con la colaboración de Paul Laverty) quien se ha hecho cargo de la escritura del libreto.
Este tipo de películas pueden caer en la imagen de postal, ya sea regodeándose en la miseria de las chabolas o en la belleza de los paisajes montañosos, por suerte Bollaín consigue mantener el equilibrio en ese aspecto, aunque si hay que ponerle pega es más bien a la narración. Se podría decir que la primera mitad de la película pasa de forma fluida, la historia se centra en Laia y Sharmila, en sus esfuerzos de ofrecer una educación a los más desfavorecidos; pero, poco a poco, aunque sin quitar en ningún instante la vista del tema principal, aparecen subtramas donde, entre otras cosas, se nos quiere mostrar la realidad de las mujeres nepalíes. Es quizá dicha ambición, el querer abarcar tanto, la responsable de que la segunda mitad se haga un poco larga, tampoco es que aburra, de hecho es en dicha parte donde están algunas de las secuencias más dramáticas y también emotivas, pero sin duda se habría agradecido o una menor densidad, o más momentos de humor, de descarga emocional, que aligeraran el drama de los personajes.
Verónica Echegui alcanzó la fama interpretando a una choni para Bigas Luna en Yo soy la Juani, para sorpresa de casi todos no tardó en distanciarse de su primer papel participando en filmes como El patio de mi cárcel o Seis puntos sobre Emma, y encima tuvo la inteligencia de rechazar actuar en la secuela de su mencionado debut, el hueco lo cubrió Elsa Pataky, en lo que fue DiDi Hollywood, todo un fracaso crítico y de taquilla. Es Echegui el pilar principal donde se sustenta Katmandú, un espejo en el cielo y, sinceramente, hace un muy buen papel, desprende la energía y vitalidad necesarias para dar vida al personaje, convence de principio a fin, habiendo momentos en los que con un solo gesto logra emocionar. Prácticamente el resto del reparto son actores no profesionales, gentes del lugar que interpretan sus propias vidas, y que dan en cierto modo una mayor veracidad a la cinta.
En Katmandú, un espejo en el cielo, Icíar Bollaín sigue la estela de su filmografía, cine social y comprometido, donde aparte de contarnos una historia, inspirada en hechos reales, de realización y superación personal, intenta hacer partícipe al espectador de una realidad (o realidades) diferente a la suya, donde muchos pasan hambre y necesidades. El resultado es bueno, a pesar de no aportar una visión nueva de tantos males que pueblan el mundo.
LO MEJOR:
-Verónica Echegui, muy buena su interpretación.
-La primera parte de la histora capta por completo nuestra atención.
-La fotografía.
LO PEOR:
-Que pasado el ecuador se hace un poco larga.
-El (auto)doblaje de Verónica Echegui. Te acabas acostumbrando, pero en la primera escena se nota muy mucho. Mejor verla en versión original.
¿Quién debería verla?
Si te gusta el cine que suele escribir Laverty, y el cine comprometido en general.
¿Y quién no?
Si te aburre ver miserias ajenas.
El momento:
Cuando la niña “Sin nombre” recupera su identidad.
Este tipo de películas pueden caer en la imagen de postal, ya sea regodeándose en la miseria de las chabolas o en la belleza de los paisajes montañosos, por suerte Bollaín consigue mantener el equilibrio en ese aspecto, aunque si hay que ponerle pega es más bien a la narración. Se podría decir que la primera mitad de la película pasa de forma fluida, la historia se centra en Laia y Sharmila, en sus esfuerzos de ofrecer una educación a los más desfavorecidos; pero, poco a poco, aunque sin quitar en ningún instante la vista del tema principal, aparecen subtramas donde, entre otras cosas, se nos quiere mostrar la realidad de las mujeres nepalíes. Es quizá dicha ambición, el querer abarcar tanto, la responsable de que la segunda mitad se haga un poco larga, tampoco es que aburra, de hecho es en dicha parte donde están algunas de las secuencias más dramáticas y también emotivas, pero sin duda se habría agradecido o una menor densidad, o más momentos de humor, de descarga emocional, que aligeraran el drama de los personajes.
Verónica Echegui alcanzó la fama interpretando a una choni para Bigas Luna en Yo soy la Juani, para sorpresa de casi todos no tardó en distanciarse de su primer papel participando en filmes como El patio de mi cárcel o Seis puntos sobre Emma, y encima tuvo la inteligencia de rechazar actuar en la secuela de su mencionado debut, el hueco lo cubrió Elsa Pataky, en lo que fue DiDi Hollywood, todo un fracaso crítico y de taquilla. Es Echegui el pilar principal donde se sustenta Katmandú, un espejo en el cielo y, sinceramente, hace un muy buen papel, desprende la energía y vitalidad necesarias para dar vida al personaje, convence de principio a fin, habiendo momentos en los que con un solo gesto logra emocionar. Prácticamente el resto del reparto son actores no profesionales, gentes del lugar que interpretan sus propias vidas, y que dan en cierto modo una mayor veracidad a la cinta.
En Katmandú, un espejo en el cielo, Icíar Bollaín sigue la estela de su filmografía, cine social y comprometido, donde aparte de contarnos una historia, inspirada en hechos reales, de realización y superación personal, intenta hacer partícipe al espectador de una realidad (o realidades) diferente a la suya, donde muchos pasan hambre y necesidades. El resultado es bueno, a pesar de no aportar una visión nueva de tantos males que pueblan el mundo.
LO MEJOR:
-Verónica Echegui, muy buena su interpretación.
-La primera parte de la histora capta por completo nuestra atención.
-La fotografía.
LO PEOR:
-Que pasado el ecuador se hace un poco larga.
-El (auto)doblaje de Verónica Echegui. Te acabas acostumbrando, pero en la primera escena se nota muy mucho. Mejor verla en versión original.
¿Quién debería verla?
Si te gusta el cine que suele escribir Laverty, y el cine comprometido en general.
¿Y quién no?
Si te aburre ver miserias ajenas.
El momento:
Cuando la niña “Sin nombre” recupera su identidad.
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