“El conductor” (Driver para los amigos) trabaja en un taller y, en sus ratos libres, hace de especialista de cine y encarguitos llevando a gente con pasamontañas a lugares libres de fuerzas policiales. Su vida cambia cuando se muda y conoce a una chica, por la que decidirá hacer un trabajo que saldrá torcido.
Nicolas Winding Refn, admirado realizador y guionista de Con las manos ensangrentadas, Bronson y alguna cosilla más, dirige (con guión de Hossein Amini, que adapta la novela de James Sallis) Drive (ídem, 2011), una película con un protagonista sin nombre y personajes que economizan las palabras como si fuesen billetes de quinientos dólares. Desde su prólogo se adivina un film de narración pausada, y así es, de hecho Winding Refn usa infinidad de veces la cámara lenta y la banda sonora se puede considerar parsimoniosamente melódica, sin embargo no resulta lenta, no causa desinterés, en parte gracias a las interpretaciones, en parte también a la magnífica puesta en escena, la maravillosa fotografía de Newton Thomas Sigel (habitual director de fotografía de Bryan Singer), y sin duda mucho tiene que ver las explosiones de violencia explícita que salpican la trama a partir de cierto momento.
Durante la mayor parte del filme el protagonista puede resultar frío y anodino, casi como si no tuviera sangre en las venas. Otros personajes le hablan y él no dice nada o responde mediante gestos o monosílabos, pero siempre hay algo en su mirada y en esa media sonrisa que se le escapa a menudo y que hace que uno piense que hay más; cosa que no tardamos en comprobar en lo que se refiere a la parte tierna, pero aún así sus reacciones parecen reprimidas. Sin embargo, cuando la situación se tuerce, toda contención desaparece, la adrenalina actúa y, sin concesiones al espectador, la violencia se desata súbita y salvajemente, mostrando el lado menos amable (y a la par más protector) del conductor. Esa violencia gráfica, que casi salpica a la pantalla, rompe el tono monocorde (que también tiene sus matices) del film, da notas de colores furiosos, elevan la tensión un instante para posteriormente relajarse y, poquito a poco, volver a subirla.
Drive es una película de imágenes, estas hablan más que los propios personajes y, junto con la fotografía de sugerentes tonos, a veces oscuros, otros luminosos, casi siempre cobrizos, nos dan pistas sobre el estado anímico de los personajes, además de con una puesta en escena cuidada al milímetro, donde la sencillez aparente es lo que prima. Curiosamente, al contrario que en muchos filmes contemporáneos, los momentos más románticos transcurren a cámara lenta, mientras que durante los violentos todo se acelera; a veces los primeros preceden a los segundos, y es ahí donde las imágenes parecen tornarse poesía, donde uno no puede sino admitir que está viendo algo especial e incluso bello.
Durante 2011 Ryan Gosling ha participado en varios proyectos (Los idus de marzo y Crazy, Stupid, Love -además del que nos ocupa, obviamente-), y ninguno se parece al otro, es esta capacidad de alternar diferentes géneros y roles lo que presagia que esta intérprete de casi 32 años puede depararnos gratos papeles en el futuro, por lo pronto su “conductor” no es lo que se dice histriónico, es tan económico en el habla como en los gestos (en parte me recuerda a Charles Bronson), y es por ello que resulta tan interesante; por otro lado, Carey Mulligan, quien deslumbró en 2009 con An Education, sigue la estela en la sobriedad de palabras, pero su rostro dulce y aniñado expresa más abiertamente sus sentimientos, habiendo cierto contraste entre ambos. El personaje que más líneas de diálogo tiene (al menos proporcionalmente) es Bernie, al que da vida Albert Brooks (El cielo... próximamente), un mafioso que decide financiar al jefe del conductor, Shannon, que tiene el rostro de Bryan Cranston (Contagio), el personaje más simpático de la cinta junto con Benicio (Kaden Leos, que debuta en esto de actuar), el hijo de Irene (la mencionada Carey Mulligan). Otro de los que más hablan es también mafioso, al que pone su peculiar rostro Ron Perlman, actor fetiche de Guillermo del Toro, aquí vuelve a mostrar que también sabe hacer de personajes de la calle.
Si buscáis A todos gas 6 ni se os ocurra ver Drive, desde luego que hay alguna persecución, y muy buena, pero no estamos ante una película de coches y mozas de buen ver, sino ante una obra de personajes, ante una historia que su mayor baza es su sencillez. Una gran película.
LO MEJOR:
-La dirección, la fotografía, la banda sonora...
-La pareja protagonista desprende una extraña sintonía. Están realmente bien, así como Bryan Cranston.
LO PEOR:
-Drive me parece pura poesía, no veo nada negativo a resaltar.
¿Quién debería de verla?
Si te gusta el buen cine, te encantará.
¿Y quien no?
No es un largometraje con mucha acción, ni tampoco tiene muchas persecuciones a pesar de lo que pueda dar a entender el título. Si lo que buscas son esas dos cosas, quizá no sea tu película.
El momento:
Cuando Driver e Irene comparten ascensor con un extraño.
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