04 diciembre 2025

Olivia y el terremoto invisible

Ingrid es una actriz de mediana edad a la que no le sale ningún bolo, por lo que es desahuciada junto a Olivia y Tim, sus hijos, al no poder pagar la hipoteca. Olivia, para hacer que su hermano pequeño sobrelleve mejor lo que está por venir, decide fingir que todo forma parte de una película que, se supone, están rodando en secreto con Tim como involuntario protagonista.

Ya he comentado varias veces que en España ha habido años en los que apenas se ha producido una película de animación (y a veces de dudosa calidad), pero por suerte es algo que parece cosa del pasado. Actualmente la animación española vive un buen momento, trayendo no solo mediáticos largometrajes, sino otros proyectos más modestos y, también, arriesgados.

Olivia y el terremoto invisible (L'Olívia i el terratrèmol invisible, 2025) es una de esas películas pequeñas (cosa que aquí se puede aplicar incluso por su duración, pues supera la hora por apenas 10 minutos) pero no por ello menos osadas y, sobre todo, de menor calidad. Dirigida por Irene Iborra Rizo (en el que es su primer largo) y escrita a seis manos por la misma junto a Júlia Prats y Maite Carranza, esta última autora del exitoso libro (de la longeva colección El Barco de Vapor) en el que se basa, nos cuenta una historia de mucho interés haciendo que el espectador conecte con los personajes en todo momento.

El drama de los desahucios no terminó con el, presunto, fin de la crisis iniciada en 2008 y, desgraciadamente, pocas personas están libres de padecerlo en cualquiera de sus formas. En estos momentos el precio de la vivienda ya ha superado al de aquellos fatídicos años, y a ello se suma que los precios del alquiler están totalmente desorbitados. Olivia y el terremoto invisible nos cuenta el drama desde el punto de vista del eslabón más débil, de los niños y de cómo dos de ellos lo afrontan. Y lo cierto es que lo hace de forma auténtica, resultando absolutamente verosímil en todo momento la valentía y fortaleza de Olivia y la mirada inocente de Tim, de los miedos de ambos y de su lucha para que se madre salga de la oscuridad en la que se ve sumida.
Y todo ello lo hace Iborra con mucho drama y cierta dureza, pero predominando la esperanza y la solidaridad, aderezado con unas buenas dosis de fantasía (las secuencias en las que Olivia se ve sumergida en la angustia representada por el terremoto del título) y buen humor. Porque la solidaridad y la redes de apoyo son esenciales en la cinta, y en la vida real, para que personas en situación vulnerable salgan adelante. Personas que comparten de buen grado lo poco que tienen (como la vecina), o amigos que se hacen previos encuentros no especialmente amigables, pero que luego se descubren que han pasado por situaciones tan duras, o más, como las protagonistas, forjándose relaciones fraternales que es lo que hacen fuertes a los personajes del film y que, a su vez, también pasa en la realidad.

Es esta luz en la oscuridad lo que quieren subrayar la directora y guionistas (y que queda más que claro en la dedicatoria final), y la que bien han sabido transmitir a través de la narración y de los habitantes de la historia. Para ello esta coproducción entre España, Francia y Bélgica (con apoyo de Chile y Suiza), cuenta con una potente herramienta como es su magnífica animación stop-motion (aunque también usa otras técnicas en menor medida) que, al menos a mí, me ha sorprendido en más de una ocasión por la expresividad conseguida y la naturalidad de los movimientos (de las extremidades o el cuerpo pero también de la ropa), además de por unos escenarios muy cuidados y plagados de detalles (carteles, pintadas, etcétera).

Olivia y el terremoto invisible es, en definitiva, un drama sobre los desahucios narrado desde el punto de vista de una niña. Un film que podría ser sumamente triste y deprimente y, por descontado, no está desprovisto de tristeza, pero que aporta una visión realistamente optimista, donde prima la camaradería y el humor incluso en los momentos complicados. Una cinta que conecta con el espectador y lo conmueve sin remedio.
 
 
LO MEJOR:
-Estupenda realización y guion.
-Que tiene la duración justa, su equilibrio entre el drama y los instantes más distendidos, mezclándose siempre.
-Una animación, y producción en general, cuidada al detalle.

LO PEOR:
-Que no haya tenido un estreno más amplio.

¿Quién debería verla?
Muy recomendable para todas las edades, es más que un entretenimiento, una herramienta útil para concienciar sobre la lacra de los desahucios.

Animación foto a foto:
Isla de perros

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