07 julio 2016

Toro

Kike Maíllo me dejó más que satisfecho con su opera prima, Eva, filme de ciencia ficción intimista, muy atípico en la filmografía española, que exploraba la inteligencia artificial, sus posibilidades y los debates morales que plantea. Por dicha razón el siguiente proyecto del realizador catalán, fuera el que fuera, también estaba en mi lista de películas a ver y, cuando visioné el tráiler, se convirtió en una cita ineludible. Pintaba la mar de bien.

Toro es un delincuente desde toda la vida a las órdenes de Romano, a quien considera su padre, que decide dejar el mundo delictivo tras un último encargo. Pero el trabajo se complica y acaba en la cárcel.

Comienza la historia con una especie de prólogo donde se nos presenta a los tres protagonistas principales. Toro, al que da vida un muy ocupado Mario Casas (Palmeras en la nieve); Romano, interpretado por el también nada ocioso José Sacristán (Magical Girl), que parece estar viviendo una segunda juventud cinematográfica en los últimos tiempos; y López, hermano mediano de Toro y el metepatas de la familia, papel que corresponde al no menos atareado Luis Tosar (Cien años de perdón). Aquí se muestra a grandes rasgos la relación entre estos tres personajes, el ambiente en el que se mueven y, también, parte de sus motivaciones, además de un hecho que marca la relación entre los hermanos y sus vidas. Este prólogo no es rompedor pero sí prometedor, además le sigue unos títulos de créditos iniciales muy trabajados que nos meten más en ambiente.

La cosa, a partir de aquí, decae. A pesar de que la ambientación es correcta no se consigue crear atmósfera (se intenta, y mucho, con el personaje de Sacristán, gran devoto de la Semana Santa), cuando se nos presenta a un nuevo personaje y acontece cierta acción, que nos lleva a una persecución, esta carece de ritmo y emoción, resulta un tanto estática. Tras ello, simplemente los tiempos no parecen terminar de cuadrar. Los perseguidores no llaman a su jefe, en apariencia, hasta el día siguiente de saber hacia dónde han huido los hermanos y luego tampoco tienen prisa en ir a por ellos, Toro se pasa media película diciendo que tiene que ir a dormir a la cárcel pero luego llega la noche y no va (¿es fin de semana y tiene permiso?)..., detalles que se van acumulando y que hacen que el film no funcione durante gran parte de su metraje.
Pero, por suerte y aunque sea un poco tarde, Maíllo logra encontrar el tono y el ritmo en el último tercio de la historia. Tras un robo notablemente facilón, los personajes se separan y, extrañamente, uno de ellos (Toro), parece creer que puede seguir con su vida como si nada, descubriendo muy pronto que no es así. Cuando esto ocurre iniciará un asalto a la torre donde vive Romano, donde veremos una buena muestra de que en España se puede hacer buen cine de acción. Es toda esta parte, y los minutos que la preceden (como la visita del mafioso a Almería), lo mejor de la cinta y lo que la salva, dejando a pesar de todo unas buenas sensaciones, algo agridulces, sin duda, porque uno no puede evitar pensar en que si hubieran sabido imprimir ese tono desde el primer momento estaríamos ante una gran película.

Por otra parte, y hablando ya de los actores, Mario Casas está correcto (con algún instante destacable), de hecho está bastante mejor que un Luis Tosar que se le ve un poco perdido con su personaje, mientras que José Sacristán impone hasta cierto punto con su rostro casi inexpresivo y su arma oculta. La debutante Claudia Canal aporta frescura, aunque solo está ahí como excusa para engranar la acción, hasta el epílogo diríase, donde gracias a ella se ve que a su padre le importe alguien más. Otros miembros del reparto son Luichi Macías (Mar de plástico, La voz dormida), Hovik Keuchkerian (Alacrán enamorado), José Manuel Poga (321 días en Michigan), Ingrid García Jonsson (Hermosa juventud) y unos cuantos más que me dejo en el tintero.

En definitiva, que Toro (ídem, 2016) podría haber sido una gran película de acción (escrita, por cierto, por Rafael Cobos y Fernando Navarro, el primero coguionista de La isla mínima y Grupo 7 y el segundo de Anacleto: Agente secreto) pero se queda en terreno cenagoso, con grandes secuencias pero, en su mayoría, resulta fallida. Es una obra que bebe del cine negro surcoreano así como de Nicolas Winding Refn, trasladado a un ambiente andaluz, no consiguiendo la atmósfera que Alberto Rodríguez tan bien supo imprimir en sus películas ambientadas en Andalucía (por no hablar de que pocos personajes tienen acento del lugar). No obstante, su último tramo salva el resultado final, no arrepintiéndose uno finalmente de haber pagado una entrada.


LO MEJOR:
-El prólogo (incluyendo títulos de créditos) y el desenlace.

LO PEOR:
-Le cuesta crear atmósfera y ritmo en algunas secuencias.
-El guion necesitaba una revisión.
-La música, como casi todo en la película, funciona a ratos.

¿Quién debería verla?
Quien guste del cine de acción, es una muestra que podría haber llegado a más, pero aún así resulta interesante.

¿Y quién no?
¿Quien odie la música de los pasos?

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