Y con esto y un bizcocho... se acabó el dar por saco a unas cuantas personas más de las que han participado... Porque esta es la última de las entradas en las que un selecto y prestigioso grupo de blogueros nos ofrecen sus primeras experiencias literarias, un grupo en el que podemos ver una “cara” nueva y no con poca experiencia literaria precisamente, una incorporación tardía que se suma a aquellos que han tenido a bien participar en anteriores ocasiones...
Pero lo que más mola, lo importante, son esos primeros libros, de los cuales me sorprende que no haya mucha repetición de primeras obras, aunque si hablamos de autores hay alguno que se repite, mezclándose escritores hispanos y anglosajones; destacando, por cierto, la literatura fantástica, hecho que quizá no demuestre pero sí recalca que este tipo de obras son ideales para la iniciación a la lectura..., y también para alimentar la imaginación (y la razón) de lectores menudos y grandes.
Parecía que esta entrada no iba a producirse, pero no hay nada como serpesado insistente para lograr los objetivos, celebrar un aniversario haciendo partícipes a blogueros que sigo desde tiempos inmemoriales o no, periódicamente o de cuando en cuando, pero los cuales han gastado parte de su tiempo en escribir no solo una mera reseña de un libro que apenas recuerdan haber leído, sino un trocito de su historia personal. Un ejercicio en buena medida nostálgico, pero que también sirve para poner en valor algunas obras quizá olvidadas entre miles de novedades editoriales que se producen, a veces parece que de forma mecánica e industrial, cada año. Muchísimas gracias a todos por vuestros aportes.
Max Plaza - Los mangas de Max
Pues aquí estamos una vez más a las órdenes de Neovallense para hablaros sobre ‘mi primer libro’... He tenido que hacer algo de memoria porque no lo tenía bien claro. Comencé leyendo cómics y tebeos en mi tierna infancia, pero rápidamente pasé a devorar libros en la biblioteca…
Pero lo que más mola, lo importante, son esos primeros libros, de los cuales me sorprende que no haya mucha repetición de primeras obras, aunque si hablamos de autores hay alguno que se repite, mezclándose escritores hispanos y anglosajones; destacando, por cierto, la literatura fantástica, hecho que quizá no demuestre pero sí recalca que este tipo de obras son ideales para la iniciación a la lectura..., y también para alimentar la imaginación (y la razón) de lectores menudos y grandes.
Parecía que esta entrada no iba a producirse, pero no hay nada como ser
Max Plaza - Los mangas de Max
Pues aquí estamos una vez más a las órdenes de Neovallense para hablaros sobre ‘mi primer libro’... He tenido que hacer algo de memoria porque no lo tenía bien claro. Comencé leyendo cómics y tebeos en mi tierna infancia, pero rápidamente pasé a devorar libros en la biblioteca…
Momo está escrita por Michael Ende, el mismo autor de La historia interminable. La verdad es que no recuerdo mucho de la trama pero sí recuerdo que está protagonizada por una chica llamada Momo y que había unos hombres de ‘gris’ que eran como los malos de la historia. Seguramente tendría que volver a leerla para recordar, pero me dejó un buen sabor de boca. La verdad es que creo que llegué a leer esta obra antes que La historia interminable, pero lectores de este preciado blog, sin duda la devoré cuando estuvo en mis manos en un fin de semana… Ainsss!!! Aquellos tiempos tan antiguos en el tiempo en que uno podía leer horas y horas sin importarle nada más. Sí que recuerdo bien estar enganchado a diversas series de ‘libros’ en mi época adolescente a los libros de Enid Blyton (El club de los cinco o Los siete secretos) y las aventuras y desventuras de Los tres investigadores relacionados con Alfred Hitchcock, o así nos lo vendían en su época.
A pesar de que no recuerde gran cosa de esta joya de la literatura, que creo que tiene adaptación fílmica, viniendo de ese autor, es uno de esos libros que recomiendas sin dudarlo.
Sergio Mars - Rescepto Indablog (autor de La ley del trueno)
En realidad, no me recuerdo sin leer, ni recuerdo cuál pudo ser mi primer libro adulto. Candidatos, varios, desde un par de Verne (20.000 leguas de viaje submarino, Viaje al centro de la Tierra) a mi Haggard de cabecera (Las aventuras de Allan Quatermain), incluso pudieron ser las Narraciones Extraordinarias de Poe (sí, fui un niño rarito) o Ende, con Momo y un poquito más tarde La historia interminable. Por "poquito" ha de entenderse allá por los ocho años, habida cuenta que la leí antes de acudir al estreno de la película, y más o menos de por aquellas fechas data mi primera lectura de El señor de los anillos (siguieron doce más, algo habitual; ninguno de los libros de esta lista los he leído menos de una decena de veces, aunque en muchos casos hace más de dos décadas de la última lectura).
Para llegar a mi primer libro tendré que remontarme algo más. El problema es que en realidad no hay en mi biblioteca libros auténticamente infantiles (y nunca, jamás, he tirado ningún libro; todo lo más, los he relegado a una estantería o una caja apartadas). Se podría decir incluso que nací con un libro bajo el brazo... En realidad, varios, pues como "regalo de nacimiento" me compraron la enciclopedia El mundo de los niños, de Salvat. Quince tomos (más uno complementario que llegó años después) que me procuraron horas y horas de fascinación en cuanto aprendí a leer.
De todas formas, desde mi punto de vista esos libros siempre habían estado allí, en mi cuarto, y eran de lejos demasiado complejos para servir como primera lectura, así que supongo que no cuentan exactamente como mi primer libro.
El primer libro que consideré verdaderamente mío es otro. Su título es Soy el Sol, de José Luis García Sánchez y Miguel Ángel Pacheco, con ilustraciones de Karin Schubert, perteneciente a la colección Primera Biblioteca Altea. No sé cuándo empezaría mi fascinación con él. Mi edición (que, por supuesto, tengo entre mis manos mientras escribo estas líneas, algo perjudicada pero todavía maravillosa) es la quinta, de 1978. Lo cual me sugiere que cuando lo acogí como "mío" debía de tener dos o tres años, así que sin duda junto a él aprendí a leer... y de aquello hasta ahora, por lo que supongo que nunca debe subestimarse el poder corruptor del libro más inocente.
Dan Kawaguchi – Mediarama
Mi primer libro fue... Manolito Gafotas
Desde muy pequeño me picó el gusanillo de la lectura, tanto que a los 5 años ya leía el periódico que compraba mi padre (aunque no me enteraba de la mitad de las cosas). Muchos libros de la colección El Barco de Vapor pasaron por mis manos heredados de mi hermana mayor y mis primos (algunos me encantaron, como El pirata Garrapata; otros no tanto, como Fray Perico y su borrico) pero el primer libro que compré y leí por iniciativa propia fue Manolito Gafotas.
Todo fue gracias a los extractos que publicaba El Pequeño País, por lo que cogí dinero de mi paga y me decidí a comprar el primer libro cuando tenía unos 9 años. Y cómo lo disfruté. Era un mundo familiar pero con un giro humorístico que me encantaba, además de que yo también era un poquito Manolito Gafotas, ejem. Incluso se me pegaron varias de sus expresiones, algunas de las cuales sobreviven hasta hoy. Me lo leí mil veces y seguí comprando las entregas posteriores. De hecho, tengo la costumbre de leerme todos cada año y los sigo disfrutando muchísimo, descubriendo nuevas cosas con mi perspectiva adulta. Gracias por el mejor libro del mundo mundial, Elvira Lindo.
Cho Hakkai – La estantería de Cho
Mi primer libro fue La historia interminable. Digo primer libro porque ya en el colegio había una serie de lecturas obligatorias y, como una obligación para mí no es válida, el primer libro que leí de forma voluntaria fue La historia interminable. Fue un libro que se compró mi hermana y que comenzó a leerme cuando me iba a la cama. Sinceramente, no me enteraba de nada. Era demasiado pequeño, así que me quedaba en la cama escuchando y ni prestaba atención. Al cabo del tiempo, puede que años, encontré un día el libro por mi casa y comencé a leerlo. Haber visto la película me ayudó bastante para construir una imagen de los personajes y algunas situaciones. Cuando llegué a la mitad del libro, me aburrió porque el protagonista estaba pululando demasiado por un mundo fantástico y, para mi gusto, la historia no avanzaba. Por ese mismo motivo, decidí dejar inconclusa su lectura. Algo de acción o movimiento argumental me habría retenido hasta el final.
Bambú – La estantería de Cho
Siempre he sido muy crítica con los libros de lectura obligatorios que nos mandaban en el colegio, ya que la gran mayoría me quitaban las ganas de leer. Sin embargo, es curioso que el primer libro que recuerdo de mi infancia sea Las Brujas de Roald Dahl que, precisamente, leí en el colegio. Las Brujas es un libro que me encantó por ofrecerme una visión de las brujas diferente, divertida y alocada, una historia imperfecta y fantasiosa que me hizo creer en la magia de Roald Dahl y aficionarme a unos seres tan siniestros. De hecho, desde entonces me volví fan acérrima de las brujas y, siempre que tengo ocasión, leo historias sobre ellas, ya sean de fantasía o históricas. La verdad es que me encantan las distintas versiones de las brujas, naturaleza, hechizos, estilo de vida y las historias tan famosas sobre caza de brujas. Es un tema que me apasiona y todo gracias al título de Roald Dahl. Además, fue la primera vez que leí un libro y luego vi su adaptación cinematográfica, también gracias a mi profesora. La experienca fue inigualable y maravillosa, así que siempre que puedo intento leer los libros antes de ver las películas. A grandes rasgos, Las Brujas es un libro que me ha influenciado muchísimo como lectora e, incluso, como cinéfila. Le tengo muchísimo cariño y, por supuesto, de mayor he vuelto a leerlo varias veces porque, por siempre, será uno de mis libros favoritos y el primero que recuerdo haber leído de niña.
Marta García - @Nelvalay (coautora de Antes de mi vecino Miyazaki)
Desde los tres años tuve una especie de fascinación mística por la lectura, ya que me parecía un secreto mágico cuya clave te esperaba al crecer. Gracias a mi familia tuve la inmensa suerte de aprender pronto y ya en 1º de Primaria quise entrar en una biblioteca para escoger mis propios libros. Recuerdo que por aquel entonces pedí ayuda para hacerme listas y así organizarme mis lecturas, era muy divertido.
Es precisamente en ese momento cuando entre mi lista de favoritos se coló ¡Qué asco de bichos! El cocodrilo enorme, uno de los libros más especiales que recuerdo porque formó parte de esas lecturas de propia iniciativa y me presentó a uno de mis autores más queridos: Roald Dahl. Esta obra era un oscuro y divertido cuento que alternaba rimas y cancioncillas para relatar el maquiavélico plan de un cocodrilo que quiere darse un festín a base de niños haciendo uso de sus habilidades de infiltración dignas de un ninja. Sin embargo, su soberbia al alardear de sus intenciones ante otros animales acaba siendo su perdición cuando todos ellos deciden intervenir para salvar a los pequeños. Esta historia me impactó por la sencilla razón de que los niños éramos incautas víctimas amenazadas por un peligro real que alternaba lo humorístico con lo terrorífico. Roald me recordaba que siempre habría alguien para ayudarme, pero me hacía sentir mayor a la vez. Roald no nos menospreciaba a los lectores niños... y eso me encantaba.
Desde este momento y lo largo de los años siguientes, el autor galés se convertiría en el maestro de ceremonias de mi fantasía y me presentaría, entre otros, a insectos simpáticos, zorros valientes, a un grupo de brujas más que siniestras, a un peculiar gerente de una peculiar fábrica, a un tierno gigante, a una familia de cazadores furtivos y a una maravillosa niña con telequinesis. Su legado, desde pequeña y en la edad adulta, es un regalo inolvidable para mí.
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