Tras una experiencia traumática, Harper se va unos días en busca de tranquilidad a un pueblo perdido, con la esperanza de superar lo sucedido. En un inicio todo parece prometedor, mas todo cambia cuando se tropieza con un extraño mientras pasea.
Alex Garland me dejó muy inquieto con su ópera prima (oficial) en la dirección, un film de ciencia ficción que exploraba la creación de una inteligencia artificial prácticamente humana, y me quedé con las ganas de ver Aniquilación, su segundo largometraje, al no tener estreno comercial en cines. A su tercer film, Men (ídem, 2022), aunque llegó a un buen puñado de cines, me costó acercarme, puesto los comentarios que leí por las redes, así como algún extracto de crítica profesional, me hacían temer por lo que fuera a encontrarme. No obstante, finalmente arriesgué los pocos puntos de cordura que me quedaban y me lancé a una sala.
Personalmente no me terminaba de creer algunas opiniones de tuiteros donde afirmaban que todo era muy burdo y evidente y, una vez la vi, lo de burdo y evidente me pareció cuestión de puntos de vista. La historia comienza, al menos a mí me provocó esa impresión, un poco con aires de telefilme de sobremesa, con una fotografía muy luminosa y cuasi exuberante, pero con la evidencia (al menos sabiendo previamente que se trata de un film de terror), nada más llega la protagonista a la casa, de que no son buenas las señales. Al menos así se deduce del hecho de que ella tome un fruto del manzano del jardín y lo muerda, y que el amable pero rarillo anfitrión la reciba en un pasillo pintado de rojo mientras afirma que el viaje hasta allí debió de ser un infierno. Desde luego esto también es evidente, así como el hecho de que en la casa hay detalles extraños, como los tableros de ajedrez con todas las fichas blancas o, más adelante, con el "parecido" de todos los habitantes del pueblo. Pero esto es solo el comienzo, ya que Harper tiene algo de tiempo para relajarse y, posteriormente, para negar que algo pasa, puesto cuando los hechos se van enrareciendo de más, resulta difícil escapar, tornándose la situación en una notable ida de olla que revelará algo más o menos evidente, pero que no me parece burdo (ni tampoco fascinante).
El reparto es mínimo aunque uno de los actores se repita. Jessie Buckley (Chernobyl) lleva el mayor peso dramático y ella es, unánimemente, quien se llevó los halagos de la crítica y cinéfilos, pues realiza una buena labor. Rory Kinnear (Black Mirror) es el rostro que más se repite y el segundo personaje más importante, y creo que justamente debe de ser valorado su trabajo al tener que desdoblarse en tantos personajes. Por otra parte, Paapa Essiedu (Podría destruirte) hace de la expareja de Harper, un individuo tóxico de manual; mientras que Gayle Rankin (Derribad al hombre) es la mejor amiga y Sarah Twomey (Sandman) una agente de policía.
Es probable que, con los años, Men se convierta en una película de culto, y puede que incluso que con los revisionados gane en todos los aspectos. Por ahora, con el primer visionado, me pareció una rayada mental más, con sentido, una metáfora o alegoría, pero que aunque consigue inquietarte en no pocos momentos, cuando se tuerce demasiado metafórica (la pila me recordó al monolito de 2001: Una odisea del espacio) además de asquear un poco, no deja, o al menos a mí no lo hizo, una honda impresión.
Alex Garland me dejó muy inquieto con su ópera prima (oficial) en la dirección, un film de ciencia ficción que exploraba la creación de una inteligencia artificial prácticamente humana, y me quedé con las ganas de ver Aniquilación, su segundo largometraje, al no tener estreno comercial en cines. A su tercer film, Men (ídem, 2022), aunque llegó a un buen puñado de cines, me costó acercarme, puesto los comentarios que leí por las redes, así como algún extracto de crítica profesional, me hacían temer por lo que fuera a encontrarme. No obstante, finalmente arriesgué los pocos puntos de cordura que me quedaban y me lancé a una sala.
Personalmente no me terminaba de creer algunas opiniones de tuiteros donde afirmaban que todo era muy burdo y evidente y, una vez la vi, lo de burdo y evidente me pareció cuestión de puntos de vista. La historia comienza, al menos a mí me provocó esa impresión, un poco con aires de telefilme de sobremesa, con una fotografía muy luminosa y cuasi exuberante, pero con la evidencia (al menos sabiendo previamente que se trata de un film de terror), nada más llega la protagonista a la casa, de que no son buenas las señales. Al menos así se deduce del hecho de que ella tome un fruto del manzano del jardín y lo muerda, y que el amable pero rarillo anfitrión la reciba en un pasillo pintado de rojo mientras afirma que el viaje hasta allí debió de ser un infierno. Desde luego esto también es evidente, así como el hecho de que en la casa hay detalles extraños, como los tableros de ajedrez con todas las fichas blancas o, más adelante, con el "parecido" de todos los habitantes del pueblo. Pero esto es solo el comienzo, ya que Harper tiene algo de tiempo para relajarse y, posteriormente, para negar que algo pasa, puesto cuando los hechos se van enrareciendo de más, resulta difícil escapar, tornándose la situación en una notable ida de olla que revelará algo más o menos evidente, pero que no me parece burdo (ni tampoco fascinante).
El reparto es mínimo aunque uno de los actores se repita. Jessie Buckley (Chernobyl) lleva el mayor peso dramático y ella es, unánimemente, quien se llevó los halagos de la crítica y cinéfilos, pues realiza una buena labor. Rory Kinnear (Black Mirror) es el rostro que más se repite y el segundo personaje más importante, y creo que justamente debe de ser valorado su trabajo al tener que desdoblarse en tantos personajes. Por otra parte, Paapa Essiedu (Podría destruirte) hace de la expareja de Harper, un individuo tóxico de manual; mientras que Gayle Rankin (Derribad al hombre) es la mejor amiga y Sarah Twomey (Sandman) una agente de policía.
Es probable que, con los años, Men se convierta en una película de culto, y puede que incluso que con los revisionados gane en todos los aspectos. Por ahora, con el primer visionado, me pareció una rayada mental más, con sentido, una metáfora o alegoría, pero que aunque consigue inquietarte en no pocos momentos, cuando se tuerce demasiado metafórica (la pila me recordó al monolito de 2001: Una odisea del espacio) además de asquear un poco, no deja, o al menos a mí no lo hizo, una honda impresión.
LO MEJOR:
-Los momentos donde el peligro al que se enfrenta la protagonista son del todo ignotos.
LO PEOR:
-Su último tercio se va embrollando y convirtiéndose en una ida de olla poco disfrutable.
¿Quién debería verla?
Los que gusten de cintas extrañas, con mucha metáfora e imágenes quizás no aptas para todos los paladares.
¿Y quién no?
Quien prefiera filmes de terror más convencionales.
-Los momentos donde el peligro al que se enfrenta la protagonista son del todo ignotos.
LO PEOR:
-Su último tercio se va embrollando y convirtiéndose en una ida de olla poco disfrutable.
¿Quién debería verla?
Los que gusten de cintas extrañas, con mucha metáfora e imágenes quizás no aptas para todos los paladares.
¿Y quién no?
Quien prefiera filmes de terror más convencionales.
Más terror poco convencional:
No hay comentarios:
Publicar un comentario