24 marzo 2016

La primera peli de... (2)

Lo estabais deseando, pidiéndolo a gritos por las redes, hasta clamándolo por las calles, y al fin llega la segunda y última entrega (aunque todavía falta la de un servidor) de La primera peli de..., donde de nuevo un grupo de incombustibles y prestigiosos blogueros (¡y hasta autores de best sellers!) se cubren la cabeza con una toalla húmeda para refrigerar así la sesera y poder extraer de la manera más certera posible esos recuerdos que terminan en los lugares más recónditos de la masa gris, y además lo hacen de forma breve (no todos, que a alguno se le han ido un poco los dedos) para no aburrir demasiado al personal, si es eso posible teniendo en cuenta la delicada y precisa prosa que cada uno de ellos despliega.

Ejem, mejor dejo un poco el peloteo no vaya a resultar poco verosímil por acumulación. Pero sin duda no me equivoco al afirmar que a cualquiera divertirá la lectura de esta entrada y, seguro, más de uno compartirá su primera película con alguno de los participantes, y no menos sondearán en su mente esas imágenes, melodías y situaciones que se quedan impregnadas entre los pliegues de la masa encefálica, y se sorprenderán redescubriendo un film que quizá hace décadas que no ven.

En esta segunda entrega ya se repite un título pero sigue primando la heterogeneidad, cosa que no ocurre respecto a la fecha de estreno, que casi todas se concentran en la época de la movida madrileña. En la lista se cuelan un par de películas niponas, una de ellas un anime (curiosamente, muy poco cine animado en los primeros recuerdos cinéfilos), lo que sí queda claro es que las que más marcan son de género fantástico (lógico y normal, toda sea dicho).

Sin más preámbulos os dejo con los ocho textos, ordenados por fecha de recepción, y os animo a que en los comentarios pongáis también vuestras primeras películas...

La primera película que vi en el cine no es la que recuerdo. Mi memoria, para muchas cosas es asombrosamente selectiva. No se trata tanto de distancia en el tiempo como de la importancia que le estuviera dando al momento y parece ser que le doy verdadera importancia a muy pocos momentos en la vida. Puedo recordar de forma vívida un momento en clase de lengua, en tercero o cuarto de E.G.B. en el que se me cayeron un montón de cromos de coches del bolsillo pero no el haber hablado con mucha gente con la que comparto orla de aquellos años, chavales a los que vi día tras día de tercero a octavo.

Mis padres siempre me han contado que la primera película que vi en el cine fue 101 dálmatas. Dado que la película se estrenó en 1961 y por aquel entonces ni siquiera se conocían, o bien se trataba de una reposición o bien la memoria de mis padres es tan selectiva como la mía.

Rebuscando en las estanterías más altas de mi memoria, donde las cajas de recuerdos están llenas de polvo y son ya difíciles de abrir sin que se deshagan, hay unos cuantos recuerdos con la etiqueta "Mi primera película en el cine” y muchas de las imágenes guardadas en esa caja permanecen indelebles, cristalinas, como si fuesen de unos días atrás.

Recuerdo el enorme edificio señorial que albergaba el cine Fraga, en Vigo, la enorme cola que daba la vuelta a la esquina, a mi padre y a mí llegando demasiado justos, mi nerviosismo ante la certeza de perdernos los primeros minutos de película, la búsqueda de un par de sitios en la oscuridad de aquella enorme estancia y las primeras escenas de una de las películas que ha marcado mi infancia y, a la postre, un gusto cinematográfico ochentero y con hambre de aventuras y fantasía.

Mientras mi padre me guiaba hacia la butaca, mi atención había sido capturada por la pantalla desde el primer momento en el que había puesto un pie en la sala. En ella era de noche y un niño se aproximaba a un cobertizo iluminado con una luz tenue. Detrás, un enorme campo de maíz rodeaba la escena. Aquella poderosa imagen encerraba un misterio, una aventura, un secreto… quizá un amigo para toda la vida.

El niño, superando el miedo, se acercaba al cobertizo y tiraba una pelota de baseball dentro observando cómo, a continuación, le era devuelta, haciendo añicos la fina capa de valentía con la que se había vestido y provocando su huida, pisoteando en la carrera una olvidada caja de pizza que había dejado en el camino.

Es probable que ya no pestañease en la hora y media siguiente y las aventuras de aquel extraterrestre que quería telefonear a su casa para que viniesen a buscarle se me quedó grabada a fuego en la memoria. Fue amor a primera vista y el inicio de la búsqueda eterna de las sensaciones que tan sólo una oscura habitación coronada por una lona blanca repleta de magia puede aportar.

Aquel fue el descubrimiento de uno de los pocos sitios que me hacen sentir en… mi casa.

R. R. López – Historias que no contaría a mi madre (autor de Lo poco que sé del misterio)
De primera película que recuerdo no tenía recuerdos. Sí, sé que suena paradójico y redundante. Bueno, los tenía pero no estaba seguro de que fueran reales o tan solo una memoria inventada por mi mente infantil.

Durante años recordaba la misma disparatada escena: Unos hombres conduciendo en una habitación con la paredes empapeladas de verde, con unos motivos de lo más llamativo.

Al recuerdo venía asociada la sensación de disparate, de desmadre.

Durante años ese recuerdo quedó latente en mi memoria, hasta que un día, viendo la película, saltó el chispazo. Con emoción fui consciente de que estaba viendo esa mítica película de mis recuerdos.

Casino Royale, ni más ni menos.

Una de las parodias de James Bond más sicodélicas que puede echarse uno a la cara. De hecho, revisionándola con más edad, me dio la sensación de que el que la hizo la diseñó para que fuera vista bajo los efectos de sustancias sicotrópicas.

Una película muy divertida, con un genial David Niven y unas cuantas frases memorables. Para no olvidar.

En mi casa sólo recuerdo que hubiera 2 películas en VHS (sin contar la de mi comunión): una sobre Goofy, y Mi amigo el fantasma. Uno podría suponer que, como amante de la animación, habré visto la primera cientos de veces, pero la verdad es que no recuerdo ni siquiera haber abierto la caja. La otra, sin embargo, sí recuerdo verla cada poco tiempo y reírme cada vez.

No lo he querido comprobar, pero según recuerdo era la historia del fantasma de un pirata (barba-uncolorquenorecuerdo) y del único hombre que era capaz de verlo. El fantasma era un borrachín y un malhablado y tenían una relación típica de amor-odio.

En realidad mis mayores recuerdos son de un conjunto de escenas en las que el fantasma ayuda a que el equipo de atletismo de su compañero gane no sé qué campeonato poniendo zancadillas, dando empujones, bajando pantalones, y demás tópicos del humor slapstick.

Supongo que me hacía gracia, pero desde luego no hizo que me enamorara del cine, eso pasó muchos años después. Eso sí, ahora me han entrado ganas de volver a verla.

PD. Por cierto, felicidades muy tardías desde Canterbury.

Manu Robles - Studio Ghibli Weblog (autor de Antología del Studio Ghibli Vol. 1 y 2)
Hachi-ko (Hachikō monogatari, 1987)

No sé exactamente en qué año la vi, pero recuerdo que era un fin de semana. Por aquel entonces, los sábados y los domingos por la mañana eran ideales para los niños a los que, como a mí, nos gustaban tanto los dibujos animados japoneses. Pasaba de un canal a otro (por aquel entonces no había tantos como ahora) buscando la serie que más me interesaba ver y, por casualidad, en TVE2 emitían una película japonesa sobre un perro y su dueño. Desde pequeño he sentido admiración por la cultura japonesa y por los animales, por lo que decidí verla. En ese momento no tenía ni idea de quién era Hachiko, cuál era su destino ni lo importante que era en la cultura japonesa. Pero a medida que avanzaba la historia, me encontré con una película muy triste que me hizo llorar a moco tendido como nunca lo había hecho antes.

Tiempo después, cuando fui de vacaciones a Tokio, salí de la estación de metro de Shibuya y no muy lejos del famoso cruce peatonal estaba la estatua de Hachiko. En ese momento rememoré esa mañana cuando era adolescente en la que por casualidad conocí su historia.

Max Plaza - Los mangas de Max
Los primeros recuerdos que tengo de ir al cine son de un día concreto, que un primo mío nos llevó (a mi hermano y a mí), a uno de los cines que más he frecuentado durante años y que, en gran parte, ha provocado esta inquietud cinéfaga (diría yo) que, como muchos de vosotros, llevamos dentro.

Por aquel entonces se hacía sesión continúa y podías comprar la entrada, entrar en medio de la sesión y quedarte a ver dos veces la misma película, si te apetecía. En aquella ocasión se trataba de La masa. Quizás tendría 6 o 7 años, pero recuerdo que aquella visita al cine se me grabó en la memoria. Era un cine de los antiguos con pantalla grande y varios cientos de butacas, de los que casi ya no quedan en las grandes ciudades. Años más tarde se tuvo que reinventar e hicieron cuatro salas donde antes había solamente una.

Aquella transformación de Lou Ferrigno en aquel monstruo verde con unos pantalones rotos y ajustados se te graban en la mente para toda la vida... No recuerdo mucho de la película, pero no tuvo que ser una experiencia muy traumática, porque un par de años después éramos asiduos al cine y vendrían muchas películas más. No tengo muchos recuerdos más, lo que sí sé es que con 13 años íbamos a aquél cine casi todas las semanas y recuerdo películas míticas de nuestra adolescencia con gran cariño y grandes estrenos.

Sólo me queda agradecer la gran labor que realiza Neovallense en su blog y felicitarle por el aniversario. No es nada fácil dedicar horas y horas a un blog por ‘amor al arte’ y seguir en la brecha durante tantos años. Seguid visitando este estupendo blog que tiene y que no me canso de visitar.

Mata ne!!! (Hasta luego!!!)

La princesa Prometida (1987)

No es la primera película que vi, pero sí la que más recuerdo de mi infancia. A día de hoy continúa siendo mi película favorita por su historia de aventuras, acción, traición y amor verdadero. Tiene una banda sonora espectacular que nunca me cansaré de escuchar y, aunque quizás ha envejecido mal por sus efectos especiales, para mí sigue siendo un referente. En realidad, para mí siempre ha sido una película de 10 porque me encanta en todos sus aspectos, incluso he memorizado algunos de sus diálogos y todavía me emocionan su desenlace y frases legendarias.

Cho Hakkai – La estantería de Cho
Retroceder nunca, rendirse jamás (1986)

Es la primera película que recuerdo haber visto de pequeño porque la teníamos grabada en VHS y yo la veía con frecuencia porque por aquella época no existían muchos canales en televisión. Es de corte juvenil y trata de un fan de Bruce Lee, cuya familia se muda a otra ciudad para comenzar una nueva vida. Nuevos amigos y muchos enemigos serán el caldo de cultivo para que la relación padre e hijo estalle y el protagonista reciba lecciones de karate por quien menos pudiera imaginar. Me encantaba la película porque, de pequeño, me gustaban muchísimo las escenas de luchas y, además, en esta película se forjaba una bonita historia de superación personal, amistad y disciplina.

Marta García Villar - @Nelvalay (coautora de Mi vecino Miyazaki)
La primera película que recuerdo haber visto es El lago de los cisnes, una obra de anime clásico de Toei Animation dirigida por Kimio Yabuki en 1981. Recuerdo en casa un gastado VHS patrocinado por Nestlé que hacía hincapié en el valor educativo de la cinta, que posiblemente viera en torno al año 1991 a la tierna edad de tres años. Al revisionar el filme mucho tiempo después en DVD he reafirmado el poder evocador y cultural de esta adaptación del inmortal ballet de Tschaikovsky; sin embargo ya no soy capaz de revivir los sentimientos que me transmitió su descubrimiento cuando era niña: paz y tranquilidad en los primeros compases cuando el príncipe Sigfrido descubre a la princesa hechizada, rabia y dolor ante el engaño de Odile, quien se hace pasar por Odette (de hecho, estuve un tiempo sin volver a ver la película afectada por tal injusticia) y un tremendo alivio final en un plano inolvidable que mostraba el abrazo de los sufridos amantes en un nuevo amanecer sobre las ruinas del castillo de Rothbart. Y sí, por encima de todo aquello, recuerdo la empatía y la fascinación que me evocó la música acompañada de tan dulce y tierna animación.

  • Otros capítulos:
          La primera peli... (1)
          Mi primera peli
          El primer tebeo de... (1)
          El primer tebeo de... (2)
          El primer tebeo de... (3)
          Mi primer tebeo
          El primer libro de... (1)
          El primer libro de... (2)
          Mi primer libro 

2 comentarios:

Unknown dijo...

Joé, la mitad ni las conocía... Muy curiosos estos posts.

PD: Oh no, se va a enterar todo el mundo de que te felicité tarde!!

Neovallense dijo...

Me parece raro que no conocieras ni la mitad... aunque es cierto que en esta segunda entrega hay películas quizá no muy populares.

Hala, muchas gracias por comentar ^^

PD: ¡Avengüenzate de tu tardanza!