08 noviembre 2019

Una reflexión para el 10N (y todas las elecciones futuras)

He de reconocer que las dos últimas elecciones me han producido inquietud, y hasta angustia. Y es que el hecho de que se haya multiplicado cual virus el discurso de la ultraderecha, el que señala como culpables a personas que están en peor situación que tú o que yo, me parece grave. Es un discurso que busca separar, enfrentar y generar odio, y que, si no se para, probablemente engendre violencia.

A la hora de votar, como con cualquier decisión importante, hay que pararse a reflexionar, hay que pensar en las cosas que a uno verdaderamente le importan, en aquello que uno sabe que es imprescindible. Para mí lo son la Sanidad, Educación y Pensiones públicas de calidad y dignas, unas políticas ambiciosas para proteger el medio ambiente, que la precariedad laboral sea un mal recuerdo, que no te puedan despedir por enfermar y faltar unos pocos días al trabajo; que tengamos una Ley de Seguridad Ciudadana que no busque callarnos; que se luche contra la evasión fiscal y los paraísos fiscales, que los impuestos sean progresivos; que la igualdad entre hombres y mujeres no se quede en los discursos, que cumplir la Ley de Dependencia sea una prioridad; que la electricidad tenga un precio justo y se fomente, de verás, las energías renovables; que no se firmen tratados comerciales a espaldas de la ciudadanía y cuyo precio medioambiental y social siempre pagan los mismos; que se abandonen los tribunales de arbitraje privados que solo sirven para que las grandes corporaciones impongan leyes que les benefician...

Hay que votar por todo eso y por aquello que es importante para ti y otros muchos. Hay que ir a votar. Sí, a mí también me tienen harto, pero aunque algunos lancen el mensaje de que para qué votar, de que es mejor “castigarles” no yendo a las urnas y que "todos son iguales", tengo muy claro que el mayor perjudicado si no fuera sería yo, y tú y todas esas personas que no tienen grandes fortunas ni multitud de propiedades.

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