Chuon y Khuon forman una familia feliz junto a su hijo Sovahn en la Camboya de mediados de los setenta, pero la irrupción de los jemeres rojos, que expulsan a todos los habitantes de las ciudades y los trasladan a los campos, donde les impondrán trabajos forzados y los separarán de su pequeño, hará que su felicidad se desvanezca. Su objetivo entonces será reencontrarse como sea con Sovahn.
Si no hubiera sido por un tuit de CineAsia, donde informaban del inminente estreno de la película dirigida por Denis Do (en el que es su debut en la dirección) y lo ilustraban con un cartel, probablemente habría pasado por delante de mis narices y no me habría dado cuenta. Y es que este no es un caso aislado, son muchas pequeñas películas que cuentan grandes historias que pasan por la cartelera y se esfuman sin que apenas unos pocos espectadores puedan disfrutar con ellas, engullidas por las grandes producciones y por la publicidad y mercadotecnia de estas.
Y lo dice alguien amante de los blockbusters, pero también disfruto, y mucho, con otro tipo de cine en el que lo más importante no sea el impacto visual que me produzca, sino el que logre removerme por dentro y hacer que reflexione, como lo hace Funan (ídem, 2018).
La historia de Camboya es absolutamente desconocida para mí, salvo por conocer el dato de que en dicho país es donde más fosas comunes existen (España, tristemente, es la segunda), no sabía el porqué de dichas fosas ni ningún detalle más; pero viendo esta película, cuya historia escribe el mismo director (cuyos orígenes son camboyanos, de hecho la historia de la película se basa en la de su madre) junto a Magali Pouzol y Elise Trinh, me queda bien claro.
Y no es porque en el film se nos enseñe de forma explícita cómo fusilan al “enemigo” y le echan tierra encima, puesto una cosa por la que destaca es por el manejo de la elipsis y el fuera de campo (así como por la metáfora visual), pero a pesar de que no muestre los peores sucesos, que en la mayoría de las ocasiones solo insinúa, logra estremecer como si los mostrara con todo lujo de detalles. Esta capacidad es lograda en gran medida gracias a unos personajes creíbles, una familia unida, pero no todos ellos con la misma visión de la situación y la forma de escapar de ella y, sobre todo, por unos padres que quieren volver a tener a su hijo con ellos, aunque por el camino perderán a muchos de sus seres queridos.
A pesar de que estemos ante la historia de un genocidio, la estética del film nunca abandona del todo los colores vivos y las bellas estampas de los campos camboyanos, el contraste entre la belleza que se ve y las atrocidades que se esbozan, de su luminosidad incluso cuando se palpa la tragedia, hace que todavía golpee más fuerte y te deje noqueado al aparecer los títulos de crédito.
Funan es una soberbia cinta de animación (ganadora el pasado año del premio a Mejor Largometraje en el Festival de Annecy) que muestra el horror del fanatismo, la peor cara del ser humano, pero también la capacidad de compasión del mismo. Imprescindible.
LO MEJOR:
-Una historia directa y sin adornos, que golpea duro al espectador.
-Una cuidada estética y animación.
-Denis Do no podía haber debutado mejor en la realización, ojalá tenga la oportunidad de regalarnos otras joyas en el futuro.
LO PEOR:
-Que, una vez más, una pequeña película que cuenta una gran historia sea invisible para la mayor parte de los espectadores.
-Que se haya estrena en tan pocas salas.
¿Quién debería verla?
Amantes del cine animado y de las historias que marcan.
¿Y quién no?
No creo que exista alguien que pueda sentirse indiferente a una película como esta.
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