Ben vive en el bosque con sus hijos, a los cuales les enseña cómo sobrevivir valiéndose solo de sus manos, además de educarle en ciencia, literatura e idiomas y hacerles conocer los males e injusticias que producen el sistema predominante.
En realidad este película, aunque me interesaba, no iba a verla en cines. Mi intención, después de dudar si decantarme por El hombre de las mil caras, era ver Blood Father, pero confundí las sesiones y al llegar al cine me topé con la realidad que el filme protagonizada por Mel Gibson no tenía sesión a la hora esperada... sino antes. Así que nos apartamos un momento y vi resplandeciente el título de la cinta dirigida por Matt Ross (28 Hotel Rooms) así como su hora: 20:00. Decidí que era el “destino” el que quería la viera.
Por temática sabía que era una historia que me interesaba y que, probablemente, me terminaría por gustar, pero cuando las películas se acumulan hay que decidir y, por qué no admitirlo, suelo buscar filmes de evasión. Pero como no hay mal que por bien no venga, mi trasero terminó apoyado en una butaca de la sala 2 y vi divertido la historia de un padre que quería que sus hijos se criaran fuera de una civilización de excesos e injusticias, un tipo radical que las circunstancias le obligan a ir a la civilización. Ahí se producirá ese choque de dos formas diametralmente opuesta de entender la vida, de unos padres sobreprotectores incapaces de decir siquiera la verdad a sus retoños sobre la muerte de un familiar, la visión de los cuerpos obesos a causa del sedentarismo (y una dieta a base de alimentos procesados), así como la dependencia (o adicción) a estar conectados en todo momento; con el contraste del cultivo de sus propios alimentos, la caza o pasar el rato en vez de con la consola o el teléfono móvil con un buen libro o tocando música (por no hablar del ejercicio físico). En definitiva, los excesos frente a un modo de vida austero y duro, pero donde tampoco falta lo indispensable para vivir.
Viggo Mortensen (La carretera), por cierto, está tan genial como suele ser habitual, se nota mucho que se ha currado el papel hasta el mínimo detalle. George MacKay (Mi vida ahora) da vida a Bo, el hijo mayor de Ben, un chaval muy inteligente y fuerte, pero con el punto flaco de quedarse paralizado ante las mujeres (da pie a más de un gran momento cómico); Annalise Basso (Más allá de los sueños -la de Adam Sandler-), Samantha Isler (Sean Saves the World), Nicholas Hamilton (It), Shree Crooks y Charlie Shotwell completan el reparto familiar; a los que se añaden los tíos Kathryn Han (La vida secreta de Walter Mitty) y Steve Zahn (Bandidas), y los abuelos interpretados por el gran Frank Langella (Un amigo para Frank) y Ann Dowd (La entrega).
Captain Fantastic (ídem, 2016) es una invitación a la reflexión sobre nuestro estilo de vida y sobre el sistema económico, político y cultural imperante, cosa que consigue, puesto que al menos a un servidor le ha sido imposible no pensar sobre lo visto y lo que se vive cada día. Quizá llegar al extremo de cazar con un puñal o hacer que tus vástagos escalen paredes verticales sea demasiado, pero no cabe duda de que no ya es que haya otras formas posibles de vivir, es que es imprescindible hacerlo (y para ello también es imprescindible terminar con el capitalismo, cosa difícil, pues su tan cacareada “refundación” se ha convertido en una radicalización del mismo) si queremos seguir viviendo en este planeta. Aunque siempre podemos optar por buscar otra Tierra y vivir allí hasta agotar sus recursos, claro.
LO MEJOR:
-Buen guion y realización (aunque en el tramo final cae en una situación típica).
-Gran Viggo Mortensen, también Frank Langella lo hace estupendamente y todo el menudo reparto.
-La banda sonora.
LO PEOR:
-Poco hay que reprocharle a la segunda película de Matt Ross.
¿Quién debería verla?
Los que se preocupan por el hogar de todos, y quien tenga un mínimo de sentido común.
¿Y quién no?
¿Los capitalistas convencidos de que el crecimiento perpetuo es la única vía posible?
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