23 noviembre 2017

Los mercenarios 3

Que si Cómo entrenar a tu dragón 2, Guardianes de la galaxia, Transformers 4... para mí la película del verano de 2014 era Los mercenarios 3 (The Expendables 3, 2014), y de ahí que si me hubieran dado a elegir la habría seleccionado sin dudarlo. Y es que Los mercenarios y, sobre todo, Los mercenarios 2 me resultaron tan divertidas que me regocijaba en mi mismidad cada vez que se acercaba la fecha del estreno.

Después de un espectacular rescate, el grupo de “prescindibles” de Barney Ross se enfrenta a otra misión que les encarga Iglesia, que no es otra que evitar la venta de una peligrosa bomba y a la vez eliminar al traficante de armas. Pero resulta que dicho traficante es Conrad Stonebanks, un viejo (y peligroso) conocido de Ross que escapa de la emboscada y encima deja a los mercenarios para el arrastre. Entonces Ross decide fichar a sangre nueva para acabar con su archienemigo.

Pues sí, las dos primeras entregas me dejaron con ganas de más, así que aplaudí desde el primer segundo la noticia de que iban a rodar una tercera (¿y cuarta?) entrega, y es que si hay algo que han hecho muy bien en la franquicia ha sido mezclar la acción desenfrenada con un grupo de estrellas veteranas del género y un humor tirando a lo autoparódico. Combinación que se mantiene en esta parte pero que, bueno, hay que admitirlo, baja el listón ligeramente bastante.

La primera pega que le pongo es una de las secuencias iniciales, donde los mercenarios se infiltran en un puerto a plena luz del día camuflándose con la indumentaria de los nativos; hasta ahí puedo creérmelo hasta cierto punto, pero a partir del instante en el que uno de ellos empieza a saltar, cual acróbata, entre las estructuras de los edificios y resulta que ninguno de los numerosos guardias que
pululan por la zona miran hacia su dirección me es imposible aceptarlo, así que prácticamente me estropean toda la parte inicial del film al ser incapaz de participar en su juego. La segunda pega está relacionada con la tercera, y es respecto al sentido del humor, un tanto forzado en ocasiones llegando a ser fallido en no pocas situaciones. La tercera viene en el momento de los fichajes de la nueva sangre para la cuadrilla, aun teniendo instantes divertidos, la mayor parte de dichas presentaciones usan recursos muy manidos, no son escenas estimulantes, sino más bien mecánicas. Ese último es probablemente el punto más flojo de la cinta, tras el mismo, por suerte para el respetable, la cosa va hacia arriba en cuanto la misión se inicia y los obstáculos aparecen, finiquitando la función con un multitudinario y divertido asedio a los héroes que, como no puede ser de otro modo, termina con los malos machacados.
A todo esto, como ya es habitual en la saga, no repite director, tocándole el turno en esta ocasión a Patrick Hughes, galardonado realizador de anuncios, realizador de El otro guardaespaldas (y que sonó para dirigir el remake de The Raid) y que debutó en el largometraje con Red Hill, que no obtuvo una mala recepción crítica en el Festival de Berlín de 2010 y que, lo que le vino mejor, “conmovió a Sly”. Este (Stallone), por cierto, escribe el libreto junto con Creighton Rothenberger y Katrin Benedikt, que fueron quienes se encargaron del guion de Objetivo: La Casa Blanca y su segunda parte.

En este secuela tenemos notables novedades en el reparto, empezando por el primero que hace acto de aparición, Wesley Snipes (Los amos de Brooklyn), que, como ya hicieron con Chuck Norris en el anterior film, aprovechan bien sus circunstancias, en este caso el que estuviera a la sombra una temporada por evasión fiscal. La segunda incorporación (por orden de aparición) es la de Mel Gibson (Conspiración, Eternamente joven), que le ha tocado ser el malo de la función y que sería sensacional que dirigiera esa posible cuarta parte; su malo es interesante pero no tiene tanta presencia como tenía el de Van Damme (solo hay que comparar la pelea final de ambas películas). Harrisond Ford (Blade Runner 2049) es la tercera gran incorporación, y viene a sustituir al personaje de Bruce Willis (que quería cobrar un millón al día); Kelsey Grammer (Cheers) es la otra cara conocida, pero quien quiera verlo pelear que vea X-Men: La decisión final, porque su papel aquí es un “caza talentos” al estilo Esperanza Aguirre pero en guapo; mientras que Antonio Banderas (La piel que habito, Autómata) hace de un parlanchín mercenario español (increíble que no le hayan dado un papel de mexicano o similar) con problemas laborales (sí, está en paro). Respecto a los rostros juveniles, tenemos a Glen Powell (El caballero oscuro: La leyenda renace), el boxeador Victor Ortiz, la luchadora Ronda Rousey (que con este film inicia carrera cinematográfica) y Kellan Lutz (Crepúsculo). Obviamente siguen ahí Sylvester Stallone, Jason Statham, Arnold Schwarzenneger, Dolph Lundgren, Randy Couture, Terry Crews y Jet Li, que sale algo más que en la cinta precedente.

Por desgracia no sigue la evolución ascendente de la segunda entrega, no obstante Los mercenarios 3 es una cita ineludible para los amantes del cine de acción de los ochenta y principios de los noventa. Tiene un reparto de lujo, escenas de acción espectaculares y trepidantes y un sentido del humor irregular, pero que brinda grandes momentos.

LO MEJOR:
-Que ofrece y da acción directa, sin complejos ni complicaciones.
-El nutrido reparto, especialmente los veteranos.
-Esa secuencia introductoria con el tema principal de la saga (compuesto por Brian Tyler) sonando de fondo.

LO PEOR:
-El flequillo del tío de la butaca de enfrente.
-La secuencia del puerto de Mogadiscio resulta no ya poco verosímil, sino nada creíble. Mucha casualidad que en una infiltración a pleno día en unas instalaciones repletas de guardas todos estos miren para otro lado.
-El reclutamiento de los nuevos mercenarios, salvo algún puntillo, resulta un tanto anodino.
-El sentido del humor es fallido en no pocas ocasiones.
-Se echa en falta un poco más de hemoglobina, no le sienta bien la rebaja en la violencia.

¿Quién debería verla?
Está claro que quien se divirtiese con las dos anteriores y, obviamente, cualquiera que le encante el cine de acción.

¿Y quién no?
Quien sea incapaz de suspender la lógica durante un par de horas.

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