17 octubre 2019

MW, de Osamu Tezuka

Garai y Michio Yûki son los dos únicos supervivientes del escape de un gas letal almacenado en una base del ejército de un país extranjero en la isla de Okinomafune; echando tierra sobre el asunto el gobierno japonés en connivencia con el extranjero. 15 años después, Michio irá tras su rastro, asesinando a todo aquel que estuvo implicado con el encubrimiento de tal atrocidad.

Mientras me releía MW, me dí cuenta de la gran deuda que tiene Naoki Urasawa con el Dios del Manga, pues tanto por historia, todo un thriller con asesinatos, conspiraciones y corrupción política, como por los personajes, retorcidos, manipuladores, ingenuos y contradictorios, se nota la influencia de Tezuka en la obra del autor de Monster. También es cierto que el recuerdo que tenía de MW no era totalmente positivo, ya que su final, como ocurre en no pocos cómics de Urasawa, me había dejado una amarga impresión que, deseaba, se suavizara con la relectura.

Y no puedo negar que he gozado mucho con la nueva lectura de este oscuro manga de Osamu Tezuka, de un Tezuka que quería describir todos los males que infectaban a la sociedad de los 70 (y que, por suerte o por desgracia, no son muy diferentes a los actuales), y aunque el autor se lamentó de no haber podido plasmar todo lo que deseaba, un servidor no está de acuerdo con tal aseveración y considera que, a grandes rasgos, sí que logró mostrar la cara más execrable del ser humano.

Advierto que, a partir de las próximas líneas, puede haber algún destripe (no aconsejo que se lea, a los lectores que no hayan leído la obra, a partir del párrafo dedicado al capítulo 23).

Y si creo que logra mostrar lo peor del ser humano es por, primeramente, su protagonista, Yûki, un tipo capaz de asesinar a sangre fría y no solo permanecer impasible, sino disfrutar con el sufrimiento ajeno, además, su mente retorcida no deja de idear formas de manipular y hacer sufrir a los demás, tratando a todos como meras herramientas o simples juguetes por puro divertimento y para la consecución de sus objetivos. El padre Garai es probablemente el mayor de sus juguetes, un hombre que intenta por todos los medios salvar un alma insalvable, y que procura a la par que otras personas no caigan en sus redes, pero él mismo está atrapado en la telaraña de Michio (más de un personaje se lo recuerda, aunque él nunca parece querer reconocerlo), por lo que poco puede hacer para contrarrestar los encantos del carismático y bello psicópata.
Otras figuras que encarnan lo peor de la sociedad son todos aquellos que participaron de una y otra manera en el encubrimiento del suceso de Okinomafune, desde políticos (que cuando sale a la luz lo acontecido actúan como todos hemos visto en la noticias), pasando por militares, hasta importantes empresas constructoras e isleños y familiares que no estaban en el lugar en el momento del incidente y cuyo silencio fue comprado. Tezuka también guarda un cartucho para ideólogos radicales que teorizan y, a la hora de poner en práctica sus teorías, prefieren mantenerse alejados y lavarse las manos.

Entre toda la basura también se cuentan personas que se juegan el tipo por que vea la luz el asesinato masivo, así como otras que no están dispuestas a publicar imágenes sensacionalistas tomadas a traición para chantajear (en uno de los capítulos más curiosos, a la par que optimistas, del tomo).

Pocas pegas se le puede poner a MW hasta el capítulo 23. Hay detalles más o menos creíbles, pero todo resulta coherente y, por descontado, muy entretenido y emocionante, pero en el mencionado capítulo se toma un primer atajo demasiado grande como para ignorarlo. Personalmente no veo la lógica de poner una entrada de emergencia “secreta” en un almacén de alta seguridad de un arma química letal, además una entrada que hallan muy rápidamente dos curas y que parecen ser incapaces de encontrar los mismos militares de la base, en definitiva, un boquete enorme de seguridad que, en caso de un escape de gas, sería una magnífica chimenea por donde esparcirlo.

Como anoté en el segundo párrafo, tenía un recuerdo amargo del desenlace de MW y, aunque mis recuerdos no eran totalmente precisos, por desgracia el último capítulo me sigue pareciendo un despropósito.

El plan del astuto detective Meguro no es el problema, la cuestión es la injustificable decisión de que Tamanojô Kawamoto, hermano mayor idéntico a Mishio Yûki, sea el encargado, junto a un policía, de llevarlo a cabo. ¿Para qué encargar tal trabajo a un actor de kabuki? Tezuka intenta justificarlo con las instrucciones que Mishio da a los niños a los que deja la bolsa, a quienes les dice que la abran si otra persona que no sea él intenta cogerla, pero este es un detalle que la policía desconoce, por lo que no es un motivo para elegir al hermano idéntico del maléfico protagonista. En realidad, la única razón por la que va Kawamoto y no otro policía (o el mismísimo detective Meguro) es porque Tezuka quiere meterlo sí o sí en el avión, para forzar de este modo el final que desea. Eso, tras una elaborada historia con todo tipo de retorcidos planes, es algo muy burdo y un insulto a la inteligencia del lector.

Planeta Cómic tiene nueva edición lista en su Biblioteca Tezuka, recién publicada a la hora de ver la luz estas líneas, aunque la que yo he leído es la de 2005, publicada también por la mencionada editorial en un solo volumen de cerca de 600 páginas dentro de la colección Biblioteca Pachinko, La traducción de Marc Bernabé (que, como siempre, realiza una buena labor, aunque se le puede poner la pega de confundir recompensa con rescate), tapa blanda sin sobrecubiertas, con una pequeña introducción del mencionado traductor, un breve epílogo del autor y varias páginas publicitarias. Una correcta edición, aunque el hecho de que espejaran las páginas sigue sin tener mucha justificación.

MW es un muy buen manga con una forzada conclusión que estropea gran parte de las magníficas sensaciones que transmite el resto de la historia, pero que a pesar de ello merece la pena leer. Un cómic donde el suspense, las intrigas y lo peor de lo que es capaz el ser humano son el centro de interés, y donde la mayor parte de los personajes son marionetas de una mente perversa que los atrae como la luz a los insectos.


LO MEJOR:
-La retorcida personalidad de Michio Yûki, un personaje tan deleznable como fascinante.
-Y el resto de personajes, la mayoría de ellos muy trabajados, y con muchas contradicciones (el padre Garai es el mejor ejemplo).
-Su gran ritmo y su historia, bastante bien hilvanada.

LO PEOR:
-A pesar de que la historia sea muy buena, Tezuka no puede evitar el uso de atajos nada verosímiles (véase el capítulo 23) y el desenlace es absolutamente un fiasco, forzadísima la entrada en escena de cierto personaje que, en realidad, no hace falta en absoluto a la hora de poner en práctica el plan de Meguro.

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