13 febrero 2020

El amor está en el agua

El célebre director de Devilman: Crybaby, al que un servidor conoce gracias a la esperpéntica Night  is Short, Walk on Girl y la entrañable Lu Over the Wall, dirige esta historia escrita por Reiko Yoshida (A Silent Voice, Okko, el hostal y sus fantasmas) donde la protagonista, Hinako, regresa a su ciudad para estudiar oceanografía y poder volver a surcar las olas. Allí conocerá a Hinato, un joven y apuesto bombero, con el que no tardará en congeniar y establecer una bonita relación.

El agua y el fuego son dos elementos esenciales en El amor está en el agua (Kimi to, Nami ni Noretara, 2019). Hinako siente verdadera pasión por el gran azul y por cabalgar grandes olas, aunque no parece tener claro su futuro; por otra parte Minato, como ya he indicado, es bombero, su misión es apagar fuegos y su vocación ayudar a los demás. El agua y el fuego se encontrarán en diferentes ocasiones a lo largo de la historia, ya sea durante el primer y el último encuentro entre los protagonistas, e incluso de forma un tanto metafórica cuando el sol del atardecer convierte las olas en unas hermosas llamas líquidas, y también tiene otros momentos como cuando cocinan (de repente me apetece una tortilla de arroz) o hacen café (que también tiene cierta importancia y, entiendo, significado, para la historia).

Hinako y Minato son los opuestos que se complementan, encuentran en el otro la felicidad y la paz, cuando están el uno junto al otro todo parece fluir, aunque la primera, por alguna razón, empieza a sentirse inferior a Minato, por lo que este decide cabalgar las olas junto a ella hasta que pueda hacerlo sola.
Este detalle quizá es el pero que se le puede poner a la película, ya que si bien desde un inicio se ve que Hinako tiene algunos problemillas personales (el caos hogareño), no se entiende (o por lo menos yo no lo hice en este primer visionado) que pueda estar perdida, no solo ya al poder hacer algo que le apasiona como el surf, sino también al estar estudiando sobre algo que le encanta tanto como el mar. También se puede entender que el regreso a la ciudad de su infancia sea un búsqueda de lo que realmente quiere ser y, al conocer a Minato y ver que todo parece hacerlo bien y que tiene claro dónde está y adónde quiere ir, se sienta aún más perdida por comparación, por lo que necesita todavía apoyarse más en él para ponerse de pie en la tabla y subir a la gran ola de su futuro.

El amor está en el agua no es solo una historia de amor, que sin duda lo es, pero también lo es sobre la pérdida y el poder de superación, un film que anima a que nos esforcemos al cien por cien en todo aquello que nos propongamos si queremos superarnos a nosotros mismos y lograr así nuestros objetivos (o una buena parte de ellos), sin estar continuamente comparándonos con otros (ahí está Wasabi, por ejemplo).

Puede que con este film el realizador de Mind Game haya renunciado voluntariamente a gran parte de sus señas personales en aras de una mayor comercialidad, de alcanzar a un público más amplio, pero aún así ciertos toques aportan frescura a una historia que, por otra parte, siempre divierte e incluso consigue ser motivadora, la fuerza de sus personajes e imágenes lo hacen posible. No os la perdáis.


LO MEJOR:
-A nivel técnico tiene un buen nivel, destacando su paleta de vivos colores y una buena banda sonora.
-Una bonita historia sobre superación y pérdida.
-Esos toques de humor absurdo que tan bien sabe imprimir Yuasa a sus trabajos.
-Que, de nuevo, llegue a los cines un anime. Hemos empezado el año tan bien como terminamos el anterior.
-Entre los créditos hay un español, Abel Góngora, director de animación flash.

LO PEOR:

-El tema principal puede hacerse un pelín repetitivo.
-En algunos instantes puede resultar tirando a cursi.
-Un poco forzado el último acto.

¿Quién debería verla?
Quien busque un buen entretenimiento. Desde luego es una estupenda opción para ver en pareja.

¿Y quién no?
Quien tenga intolerancia a las historias de amor con ciertas dosis de almibar.

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