La última sesión de la jornada de los sábados en la Muestra Syfy suele estar (salvo soporíferas excepciones) reservada a una cinta chorra con escaso presupuesto y menos pretensiones. En esta undécima edición, por suerte, fue así, siendo además la película con la que más me reí en todo el fin de semana.
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Desde el en cuarentena lago Victoria, y a través de túneles naturales, se cuelan las pirañas a otro lago donde Chet ha reformado un parque acuático con sugerentes aditivos para atraer a la gente. Lo malo es que, para ahorrarse el agua, ha excavado un pozo ilegal por el que podrían colarse los temibles peces y, con ello, hacer de un lugar donde debe reinar la diversión un infierno de dolor y sangre.