08 octubre 2020

Pinocho (2019)

No logro entender la aparente obsesión que tienen muchos cineastas por el conocido cuento de Carlo Collodi. Innumerables son las versiones de esta historia (hay incluso una versión de terror y, por supuesto eróticas), siendo la más famosa sin duda la animada de Walt Disney (dirigida, no olvidemos, por Ben Sharpsteen y Hamilton Luske), y también son muchos los realizadores que han intentado, o siguen en su empeño como Guillermo del Toro que al final parece que lo logrará gracias a Netflix, en dar su propia visión del cuento.

Es posible que sea por los temas que toca, la paternidad, la infancia, la responsabilidad o el hecho de crecer, e incluso el impacto que les causó a cineastas y productores en su infancia les impele aportar su granito de arena, pero a tenor de las múltiples versiones y sus dispares resultados (no está de más recordar que Roberto Benigni, que aquí hace de Geppetto, rodó su versión y fue un caro y sonoro fracaso que no llegó a estrenarse en España) me parece una empresa arriesgada. Matteo Garrone (Gomorra, El cuento de los cuentos) ha hecho su apuesta y no ha salido mal parado.

Su adaptación me recuerda a un viejo show televisivo que trasladaba cuentos populares, teniendo casi todos una ambientación oscura y hasta tenebrosa. De dicho programa me fascinaba su imagineria y atmósfera, y estoy seguro que si hubiese visto a los 7 u 8 años este relato también me hubiese provocado las mismas emociones. Garrone le ha dado ese tono tenebroso y sucio, en ocasiones con un punto macabro, a Pinocho (Pinocchio, 2019), incluso en los tramos más luminosos no abandona esa fotografía tan de cuentos de hadas oscuro, y eso se traduce en una galería de personajes conocida pero aquí mostrada con un aspecto más ajado, realista y hasta feísta.

Como los miserables Zorro y Gato, interpretados excelentemente por Massimo Ceccherini (El ciclón) y Rocco Papaleo (El precio de un deseo), los cuales se aprovechan de la ingenuidad del protagonista, pero que son una pareja de pobres desgraciados que casi logran que nos compadezcamos de ellos; o Grillo (papel que recae en Davide Marotta), que aquí, aunque actúa también como conciencia de Pinocho, tiene mucha menos presencia que en la versión de Disney y su aspecto difiere por completo, además de ser bastante menos persuasivo (y un poco cargante). Por supuesto no falta el hada, en cuya versión adulta le da vida Marine Vacth (El amante doble) y en la infantil Alida Baldari Calabria (Dogman). Y, a pesar de que no aparece durante mucho tiempo, me ha gustado Comefuego, Gigi Proietti (Padre putativo), un personaje de aspecto temible pero quizá no tanto; por supuesto Roberto Benigni (El tigre y la nieve, La vida es bella) está entrañable como Geppetto y bastante comedido además en su papel. Por supuesto, el protagonista de la función, a pesar de su áspera piel de madera, está interpretado por un niño, Federico Ielapi, que hace muy bien su trabajo.

Pinocho destaca en su apartado técnico, tanto en el diseño de producción como en la fotografía y la combinación de efectos físicos y visuales, con un gran trabajo en lo que se refiere a maquillaje, vestuario y caracterización, y también es destacable narrativamente, aunque hay un punto (la parte más burra, podrías denominar) en el que cojea un poco; e incluso llega a emocionar (curiosamente con el atún en su tramo final... y después también). En definitiva, un cuento digno de ver en pantalla grande.


 
LO MEJOR:
-Su tono y atmósfera oscuros.
-Todo el apartado técnico, incluyendo la dirección.
-El reparto.
-Un buen guión, a pesar de algún pasaje que, aun siendo interesante (el juicio), parece un poco aislado del resto.

LO PEOR:
-Ese tramo donde cojea la narración.

¿Quién debería verla?
Si os gusta la historia original, o incluso otras adaptaciones, seguro que la disfrutaréis en mayor o menor medida.

¿Y quién no?
Quien espere que sea muy dulce y luminosa (lo cual no quiere decir que sea deprimente).

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