31 mayo 2018

Miyazaki en Europa, de Pau Serracant

Cuando me enteré de un nuevo libro sobre Miyazaki (no recuerdo por qué medio ni en qué momento) y su cine, me pasó un poco como me había ocurrido con Hayao Miyazaki e Isao Takahata. Vida y obra de los cerebros de Studio Ghibli, que no sentí especialmente ganas de hacerme con él más allá de la curiosidad por el mismo. No obstante, cuando se anunció que el autor iba a dar una charla, y presentar de paso el libro, no dudé en apuntarme y comprobar qué es lo que tenía que decir Pau Serracant.

Como el propio título completo del ensayo indica, Miyazaki en Europa: La influencia de la cultura europea en el genio japonés, intenta dar una visión global de todos los elementos de la cultura europea que han influido en la obra del director de Porco Rosso, desde la literatura hasta el cine, pasando por el cómic o la música. O sea, que se centra en aspectos concretos de sus filmes, profundizando en aquellos que otros autores han tocado de modo más o menos superficial.

Si no recuerdo mal, el propio Serracant, aunque se considera seguidor del cine de Miyazaki, dijo que no es fan de Ghibli, lo cual no lo incapacita para escribir un buen libro sobre uno de sus miembros, pero es un detalle que me llamó la atención durante su charla, y que quizá explique algunos detalles, como el hecho que tradujera el nombre de la protagonista de El castillo ambulante, Sophie, tanto en el momento de la presentación como en el volumen que reseño (cuando en la ediciones españolas nunca se ha hecho, no sé si en las latinoamericanas), o algunas erratas como afirmar que Mi vecino Totoro se estrenó en 1989.

Yendo al meollo de la cuestión. El libro está dividido en cinco capítulos, más una introducción y un epílogo; en la mencionada introducción explica lo que le movió a escribir el libro y nos adelanta lo que tocará en cada apartado. Hay dos detalles, no muy importantes todo sea dicho, que atrajeron mi atención en este punto. Que las dos primera páginas tengan un tamaño de letra algo más grande que el resto, y un texto destacado de una imagen donde se confunde El castillo ambulante con El castillo en el cielo.
En el primer capítulo pone en contexto al lector haciendo un ejercicio de historia, indagando las influencias Japón-Europa, desde ese primer acercamiento accidental de un barco portugués a las costas del país nipón hasta bien entrado el siglo XX. Nos cuenta los tibios primeros intercambios comerciales y culturales, como la porcelana de Arita y los productos laqueados que fueron demandados por los europeos de la época, o la llegada de libros gracias a los holandeses o, previamente, de traducciones chinas; para luego destacar las misiones diplomáticas niponas que visitaron quince naciones europeas, para así obtener conocimientos de primera mano de las naciones extranjeras; la fiebre por Japón que se desató entre las clases acomodadas europeas, la mutua influencia en la pintura o la gran influencia que la literatura del viejo continente ejerció en la japonesa, tocando por último el cine y el cómic, destacando la creciente acogida que ha tenido el tebeo japonés desde los noventa en adelante.

El segundo capítulo es, quizá, el que más interesante me ha resultado de todo el volumen. En este se pone en paralelo la vida del cineasta con su obra, su evolución personal con la artística (algo que, quizá de modo menos directo, también hizo Juan Manuel Corral en su libro mencionado en el primer párrafo), desde su juventud hasta la etapa adulta. El autor resume en cuatro metafóricas catarsis la evolución del director, de las cuales la cuarta me ha parecido la más destacable, aunque cuando habla de la producción de Nausicaä del Valle del Viento cambia algunos aspectos de la misma, ya que el relato que se ha publicado hasta ahora es que si empezó a realizar el manga fue para poder adaptarlo, debido a lo difícil que era conseguir producir un film no basado en una obra existente, y no porque simplemente no tenía nada que hacer. En este mismo capítulo repasa la filmografía de Miyazaki, la estructura de sus películas, los personajes y sus relaciones, el aspecto ideológico que bebe del marxismo que militaba, así como el ecologismo, pacifismo y, también, feminismo, pues las mujeres tienen un papel más que activo en sus historias. Sobre todo a partir del pacifismo me ha resultado notablemente estimulante, ya que incide en las contradicciones del cineasta, de las cuales es consciente.

El tercer capítulo se centra, ya sí, en las influencias de las que mama el cine de Hayao Miyazaki, ya sean autores u obras en particular, empezando por Lev Atamanov y su La reina de las nieves (aquí se confunde con el nombre del animador ruso y pone Let), cinta que le animó a seguir haciendo animación, pasando por Grimault y la verticalidad de su filme La bergère et le ramoneur (que se estrenó una versión cuando el realizador no la había dado por terminada); por supuesto también menciona a Antoine de Saint-Exupéry, que más allá de El principito tuvo una gran influencia sobre Hayao Miyazaki, y otros autores más o menos conocidos, por Carrol, Andersen, Orwell, Swift, Verne o Albert Robida. Quizá el nombre de Homero no encaje como una gran influencia, más que nada porque la imagen de Nausicaä que tenía Miyazaki no era tanto la del bardo griego, sino la de la novelización de Evslin (como el propio cineasta declaró). Destacar en este apartado el espacio dedicado a Les temps des cerises, la canción que canta Gina en Porco Rosso.

El cuarto apartado lo dedica a la escasa influencia que ha ejercido la cultura estadounidense en la obra del realizador de Ponyo en el acantilado. Creo que aquí cualquiera que haya visionado sus películas o leído algunas de sus declaraciones es plenamente consciente que no simpatiza con el país norteamericano, simplemente la cultura estadounidense es prácticamente opuesta al mensaje que intenta transmitir el director, así que más allá de Ursula K. Le Guin, que tiene un influjo importante en su obra, el cineasta no suele expresar admiración por el cine de aquel país fuera parte de los pioneros de la animación y producciones clásicas como Casablanca (en Porco Rosso hay más de un homenaje a la misma). Incide en los motivos por los que rechaza la mayor parte de la filmografía de Disney, indicando también posibles contradicciones respecto a ello.
En el capítulo cinco se centra en la influencia que ha ejercido el cine de Miyazaki en occidente, llegando a la conclusión de que es, cuanto menos, difusa más allá de homenajes, guiños y referencias (como en los filmes de Pixar), pero, por otra parte, destacando que gracias al realizador nipón y, por ende, Ghibli, el espectro al que van destinadas las producciones de animación se ha abierto al público adulto, siendo un pionero en ese aspecto (o sea, y esa conclusión la saco yo, en no tratar de idiotas a los niños). Al final, muestra diversas valoraciones de cineastas y dibujantes, a los que echo en falta algún nombre y algunos homenajes que se han realizado tanto en cine como en televisión (muy típico el error de escribir Star Treck).

El epílogo viene a ser una conclusión de la obra y la evolución artística del director, planteando que el proceso de cambio que ha sufrido a lo largo de su carrera, que va del repudio a lo japonés y el abrazo a lo occidental (europeo) al regreso a sus raíces niponas, es algo que ha ocurrido a otros artistas y, también, a la sociedad japonesa en su conjunto.

La edición del volumen es de Dolmen Editorial, teniendo unas características similares a las también reseñada El mundo invisible de Hayao Miyazaki, de Laura Montero Plata y el libro sobre Takahata y Miyazaki de Juan Manuel Corral, lo cual hace que sea una buena edición. Tapa dura, a todo color, papel satinado y, dado que es un libro relativamente corto (unas 180 páginas), también tiene un precio inferior (19,95 euros). Obviamente, como he ido anotando, el texto no se libra de sus erratas, sobre todo en lo que se refiere a nombres y algunas terminologías japonesas, pero raramente suele molestar (lo de Sofía por Sophie un poco sí).

Quizá sea el patito feo de los libros sobre Studio Ghibli, narra cosas que ya sabemos, no obstante Pau Serracant se ha centrado en un punto en concreto y eso lo ha hecho mantener las distancias frente a la literatura previa, siendo un volumen que no deja de ser ameno, de fácil lectura y compresión, y algunos apuntes que me han resultado especialmente interesantes (el discurso de Miyazaki en el Festival de Cine de Nagoya me ha parecido todo un descubrimiento). Gustará a todos los que le interese su cine.


LO MEJOR:
-Otro libro sobre Miyazaki y Ghibli que ha visto la luz.
-El segundo capítulo, los temas clave de la obra de Miyazaki, sus influencias literarias (Exupéry especialmente), así como el epílogo.
-Que es ameno y aborda una cuestión que, aunque ya se ha escrito sobre ello, no de forma exclusiva.

LO PEOR:
-Sofía y otros errores de ese estilo.
-Quizá le falta algo de frescura al texto.

2 comentarios:

Ale235 dijo...

Muy muy interesante! A ver si lo puedo conseguir en Argentina! Saludos! :D

Neovallense dijo...

Creo que los venden desde Amazon y también desde la web de la editorial..., creo.

Si te gusta el cine de Miyazaki raro sería que no lo disfrutases :)


Saludos y gracias por comentar ^^