Hace ya unos meses leí una noticia en un medio digital donde se hacían eco de la aparición, en la cuenta de Instagram de su nuera, de una foto de Sean Connery. En el texto se afirmaba que el intérprete de James Bond se veía envejecido a sus 89 años... En esos momentos, como cualquiera que leyera tal basura, me dije, “joder, es que tú mismo lo has dicho, es ya una persona muy mayor”. No sé si al autor o autora del artículo le habrán regalado el título (si lo tiene) de periodismo, pero desde luego sí que se le veía más delgado y viejo que en sus últimas y escasas apariciones (en alguna competición deportiva, por ejemplo), aunque con rostro animado. Y, como tarde o temprano pasa, hoy ha saltado la noticia de su muerte.
Es probable que el papel que hizo que Connery se convirtiera en mi actor favorito fuera el de Indiana Jones y la última cruzada, su Henry Jones es tan divertido y la química con Harrison Ford funciona tan bien que es un personaje que siempre que lo recuerdo me hace esbozar una sonrisa. Pero ya antes de ver la cinta de Steven Spielberg me fascinaba gracias a su trabajo como James Bond en siete entregas del agente 007, y más me fascinó al ver otros trabajos suyos, como El nombre de la rosa, El viento y el león, Los intocables de Eliot Ness, Atmósfera cero, Asesinato en el Orient Express, El hombre que pudo reinar, La caza del Octubre Rojo, Los inmortales e, incluso, El primer caballero, Dragonheart (ponía la voz al dragón en la versión original) y la estupenda La roca, de hecho, hasta me gustó en su momento (no la he vuelto a ver desde entonces) la denostada (por él mismo, fue el motivo principal por el que decidió retirarse, ya que su rodaje fue traumático) La liga de los hombres extraordinarios. También participó en películas que no es que me gustasen mucho, como Los vengadores, que me aburrió soberanamente cuando fui a verla al cine, y que creo que solo aceptó hacerla porque encarnaba a un malvado escocés (supongo que independentista como él) que vestía kilt, la famosa falda escocesa.
La jubilación, según sus propias palabras, le sentó genial, la pasó jugando al golf y alejado del cine salvo una pequeña incursión en una película animada de dudosa calidad (y muy escocesa). Tuvo algún lío legal con una propiedad en Marbella, y ahora que ha muerto muchos han recordado una afirmación, que ratificó en más de una ocasión posteriormente, que realizó en una entrevista en los setenta, la de que pegar a una mujer, tras haber intentado todo lo demás, está bien. Aunque nunca se retractara en público de esas palabras, deseo que se haya dado cuenta de su cavernoso error (porque es digna de un hombre de las cavernas, para qué nos vamos a engañar) en algún momento. También conviene recordar que, a través de su fundación, ayudo a muchas familias con pocos recursos a la educación de sus hijos.
Sean Connery empezó a brillar un poco tarde, pero su carrera está repleta de papeles memorables, personajes fascinantes y magníficos filmes. Trabajó con grandes intérpretes como Michael Caine, Donald Sutherland, Natalie Wood, Robert Redford, Audrey Hepburn, Dustin Hoffman, Michele Pfeiffer o Henry Fonda; y estuvo a las ordenes de realizadores como Brian de Palma, Sidney Lumet, John Boorman, Alfred Hitchcock, John Huston, Richard Attenborough o Michael Bay, una carrera dilatada con la que se ganó el aprecio y la admiración del público y el respeto de la crítica y compañeros de profesión.
Durante años tuve la ilusión de que se despediría de la actuación con un último y memorable personaje, pero no tuve otra que resignarme a que eso no iba a suceder, aunque tengo el vano consuelo de que todavía me quedan muchos de sus trabajos por descubrir. A pesar de las mencionadas polémicas declaraciones (no las conocía hasta hoy) no dejo de admirarlo como actor, me es imposible renegar de esos grandes momentos que pasé con sus filmes, y no pienso renegar de aquellos que podrían llegar. Sean Connery es y será uno de mis actores favoritos. Descanse en paz.
Es probable que el papel que hizo que Connery se convirtiera en mi actor favorito fuera el de Indiana Jones y la última cruzada, su Henry Jones es tan divertido y la química con Harrison Ford funciona tan bien que es un personaje que siempre que lo recuerdo me hace esbozar una sonrisa. Pero ya antes de ver la cinta de Steven Spielberg me fascinaba gracias a su trabajo como James Bond en siete entregas del agente 007, y más me fascinó al ver otros trabajos suyos, como El nombre de la rosa, El viento y el león, Los intocables de Eliot Ness, Atmósfera cero, Asesinato en el Orient Express, El hombre que pudo reinar, La caza del Octubre Rojo, Los inmortales e, incluso, El primer caballero, Dragonheart (ponía la voz al dragón en la versión original) y la estupenda La roca, de hecho, hasta me gustó en su momento (no la he vuelto a ver desde entonces) la denostada (por él mismo, fue el motivo principal por el que decidió retirarse, ya que su rodaje fue traumático) La liga de los hombres extraordinarios. También participó en películas que no es que me gustasen mucho, como Los vengadores, que me aburrió soberanamente cuando fui a verla al cine, y que creo que solo aceptó hacerla porque encarnaba a un malvado escocés (supongo que independentista como él) que vestía kilt, la famosa falda escocesa.
La jubilación, según sus propias palabras, le sentó genial, la pasó jugando al golf y alejado del cine salvo una pequeña incursión en una película animada de dudosa calidad (y muy escocesa). Tuvo algún lío legal con una propiedad en Marbella, y ahora que ha muerto muchos han recordado una afirmación, que ratificó en más de una ocasión posteriormente, que realizó en una entrevista en los setenta, la de que pegar a una mujer, tras haber intentado todo lo demás, está bien. Aunque nunca se retractara en público de esas palabras, deseo que se haya dado cuenta de su cavernoso error (porque es digna de un hombre de las cavernas, para qué nos vamos a engañar) en algún momento. También conviene recordar que, a través de su fundación, ayudo a muchas familias con pocos recursos a la educación de sus hijos.
Sean Connery empezó a brillar un poco tarde, pero su carrera está repleta de papeles memorables, personajes fascinantes y magníficos filmes. Trabajó con grandes intérpretes como Michael Caine, Donald Sutherland, Natalie Wood, Robert Redford, Audrey Hepburn, Dustin Hoffman, Michele Pfeiffer o Henry Fonda; y estuvo a las ordenes de realizadores como Brian de Palma, Sidney Lumet, John Boorman, Alfred Hitchcock, John Huston, Richard Attenborough o Michael Bay, una carrera dilatada con la que se ganó el aprecio y la admiración del público y el respeto de la crítica y compañeros de profesión.
Durante años tuve la ilusión de que se despediría de la actuación con un último y memorable personaje, pero no tuve otra que resignarme a que eso no iba a suceder, aunque tengo el vano consuelo de que todavía me quedan muchos de sus trabajos por descubrir. A pesar de las mencionadas polémicas declaraciones (no las conocía hasta hoy) no dejo de admirarlo como actor, me es imposible renegar de esos grandes momentos que pasé con sus filmes, y no pienso renegar de aquellos que podrían llegar. Sean Connery es y será uno de mis actores favoritos. Descanse en paz.
2 comentarios:
Otro motivo para tener un recuerdo amargo de 2020...
Descanse en paz.
No es que esté siendo en líneas generales un año muy bueno, hace poco se nos fue Kirk Douglas, ahora Connery, la pandemia y todas las crisis que surgen alrededor de la misma, la crispación política creciente (que viene de antes, no se le puede echar la culpa al virus)... Pero tampoco creo que se vaya a arreglar todo automáticamente por cambiar de año, así que intentemos ser constructivos...
Me he ido un poco por las ramas.
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