04 julio 2024

Metrópolis

El “detective mostacho” y su sobrino Kenichi van a Metrópolis, una inmensa ciudad gobernada en la sombra por Duke Red, en busca del doctor Laughton, el cual construye bajo las órdenes del mencionado Duke Red un sofisticado robot llamado Tima.

La fecunda obra de Osamu Tezuka ha dado para muchas adaptaciones y reimaginaciones, Metrópolis (Metoroporisu, 2001) es una de ellas. De hecho, es un caso especial, ya que el manga original de Tezuka era, a su vez, la particular visión del genio nipón de la inmortal cinta de Fritz Lang de mismo título, mientras que Rintaro (X: La película) y Katsuhiro Otomo (Steamboy, Akira), director y guionista respectivamente, adaptan a su vez libremente el tebeo del creador de Astroboy, tomando elementos extras del mencionado film germano.

Metrópolis es una película que destaca indudablemente en su apartado visual. Es apabullante en ese aspecto, está plagada de detalles en cada uno de sus planos, su paleta de colores es hipnótica, y el inteligente y comedido uso de la animación 3D ayuda a resaltar el resultado (prueba de ello es que a día de hoy el CGI no choca como sí lo hacen en otras producciones de la época e incluso posteriores). Todos los personajes, incluidos los robóticos, están creados mediante animación tradicional (una soberbia animación, por cierto), siendo sus diseños fieles a los del Dios del Manga pero a su vez modernizados (cosa que les viene muy bien a los robots, muy simples en el manga original que, recordemos, pertenece a una etapa temprana del autor de la soberbia Buda), mientras que el CGI se usa para los grandes edificios que conforman el vasto paisaje de Metrópolis, con el gran Ziggurat en el centro de todo, siendo el 75% del total animación tradicional.

La primera vez que vi Metrópolis, he de confesarlo, me provocó más de un bostezo. Sí, vi en ella todo los alardes técnicos que he visto en su revisionado, pero ciertamente no es un filme redondo a nivel narrativo, y es por ello por lo que es exigente con el espectador. En esta ocasión he disfrutado más, quizá porque ya estoy más curtido, no obstante no se puede negar que es una película parcialmente fallida, donde no quedan muy claros los porqués de algunas acciones, y que por momentos resulta incluso confusa, además de que al final toma algún atajo (como, por ejemplo, que Duke Red aparezca con su séquito de la nada frente a los protagonistas; o el radical cambio, muy sutilmente explicado, de Tima) que hace que pierdan verosimilitud, y con ello fuerza, algunas situaciones concretas y el desenlace mismo.

Desde luego que no es perfecta, todos esos talentos reunidos y alguno más (como Hiroyuki Okiura, director de Una carta para Momo, que fue uno de sus animadores clave) para esta gran producción podrían haber dado como resultado un diamante perfectamente tallado, pero las cuestiones que plantea son igualmente potentes y el envoltorio en el que son expuestas es virtuosismo puro. Un clásico moderno que merece la pena (re)descubrir.
 
 
LO MEJOR:
-Visualmente es maravillosa, la animación es excelente.
-Sus diseños retrofuturistas y todo el apartado artístico.
-El clímax final, con la música de Ray Charles como banda sonora.

LO PEOR:
-Ciertos atajos en la historia y los problemas narrativos.

¿Quién debería verla?
Amantes de la ciencia ficción y el anime.

¿Y quién no?
No es una película fácil, tanto su tono como su historia, aunque su ritmo no sea lo que se dice lento, son exigentes con el espectador.
 
De robots e inteligencia artificial:

2 comentarios:

Santiago Bobillo dijo...

Me convendría revisionarla, pues la vi de chaval. Eso sí, sospecho que, aunque no me pareció mala pero sí un poco lenta, ahora le sacaría bastante más jugo.

Neovallense dijo...

Justamente fue eso lo que me pasó a mí, me resultó lentorra, pero en el revisionado ha ganado bastante.