Lili está muy unida a Hagen, su perro, pero su padre decide abandonarlo al no querer pagar la tasa que han impuesto desde el gobierno a los canes que no son de raza. Lili se rebela a su progenitor y busca infructuosamente a su amigo; mientras que Hagen sufre el maltrato de diferentes personas, aprendiendo con ello que no todos los hombres son de fiar, y terminando finalmente en una perrera.
White God (Dios blanco) (Fehér Isten, 2014) me atrajo cuando, al anunciarse el palmarés de Cannes 2014, hablaron de ella y del premio que obtuvo de una de sus secciones, pero no llamó mi atención por que fuera premiada, sino por su peculiar argumento de una rebelión canina. Así que, entre mis lista de pelis para ver repleta de blockbusters yanquis, hice un hueco para un film pequeño y húngaro.
Desde luego no se puede negar que White God es una cinta peculiar o, al menos, con no pocas peculiaridades. En su introducción se nos presenta a Lili, una chica que se acerca a la adolescencia, su familia desestructurada y un padre bastante frío que no ve más allá del odio que siente hacia su ex mujer y madre de su hija; es por ello que la acción de este hombre, movido por el egoismo, el resentimiento y la ceguera de no ver los sentimientos de su hija hacia su perro Hagen, provoca una especie de efecto mariposa. Por un lado la rebelión de su hija ante la decisión de dejar al can a su suerte en la calle y, por otra, la posterior rebelión de los canes ante la crueldad humana.
Es lo que ocurre antes de la revolución lo que ha terminado por gustarme más, ese microdrama familiar con una hija rebelde, que quiere mucho a su mascota, y ese padre insensible, esa vecina fisgona, mentirosa y sin capacidad empática, el abandono del perro y la historia de la niña que lo busca sin descanso, mientras que paralelamente se nos muestra las desventuras del animal. Dicha parte es la que me interesó más sin duda, y especificamente la correspondiente a la niña, puesto con la historia de Hagen, no sé si porque no es humano, no terminé de conectar, y quizá ello explique en parte por qué la rebelión de los cánidos no me convenció. Por eso y, también, puede, porque no me resultara creíble y, más concretamente, algunos pasajes no me convencieran o no los viera coherentes. Porque, por ejemplo, entiendo que entren a un edificio aprovechando que alguien lo haga (y esto es una suposición, pues no es algo que se muestre), pero no me cuadra que salgan de la misma manera, o que alguien les abra la puerta de su casa (o la deje abierta porque sí) sabiendo que hay una jauría de perros asesinos por la ciudad. En fin, detalles que, a mi juicio, empañan la credibilidad.
Zsófia Psotta es, junto a Body y Luke, la gran protagonista, para los tres es su debut en esto de la interpretación, y tanto niña como perros convencen en sus interpretaciones. Hay que dar un premio a los adiestradores caninos y, supongo, que al director, Kornél Mundruczó (Delta) por su paciencia, porque no creo que rodar con tantos animales sea una tarea fácil. Sándor Zsótér (Töredék) es el padre amargado, papel que cumple con buena nota, mientras que Károly Ascher y Vanda Verle (ambos debutantes) interpretan a los amigos de Lili, reservándose el propio realizador un pequeño papel.
En definitiva, White God es una interesante película, con instantes de gran poderío visual y una historia de la que se puede extraer más de una metáfora. No obstante, no termina de convencer en su tramo de revolución canina, utilizando situaciones difícilmente explicables y, por tanto, no resultando verosímil en muchos momentos.
White God (Dios blanco) (Fehér Isten, 2014) me atrajo cuando, al anunciarse el palmarés de Cannes 2014, hablaron de ella y del premio que obtuvo de una de sus secciones, pero no llamó mi atención por que fuera premiada, sino por su peculiar argumento de una rebelión canina. Así que, entre mis lista de pelis para ver repleta de blockbusters yanquis, hice un hueco para un film pequeño y húngaro.
Desde luego no se puede negar que White God es una cinta peculiar o, al menos, con no pocas peculiaridades. En su introducción se nos presenta a Lili, una chica que se acerca a la adolescencia, su familia desestructurada y un padre bastante frío que no ve más allá del odio que siente hacia su ex mujer y madre de su hija; es por ello que la acción de este hombre, movido por el egoismo, el resentimiento y la ceguera de no ver los sentimientos de su hija hacia su perro Hagen, provoca una especie de efecto mariposa. Por un lado la rebelión de su hija ante la decisión de dejar al can a su suerte en la calle y, por otra, la posterior rebelión de los canes ante la crueldad humana.
Es lo que ocurre antes de la revolución lo que ha terminado por gustarme más, ese microdrama familiar con una hija rebelde, que quiere mucho a su mascota, y ese padre insensible, esa vecina fisgona, mentirosa y sin capacidad empática, el abandono del perro y la historia de la niña que lo busca sin descanso, mientras que paralelamente se nos muestra las desventuras del animal. Dicha parte es la que me interesó más sin duda, y especificamente la correspondiente a la niña, puesto con la historia de Hagen, no sé si porque no es humano, no terminé de conectar, y quizá ello explique en parte por qué la rebelión de los cánidos no me convenció. Por eso y, también, puede, porque no me resultara creíble y, más concretamente, algunos pasajes no me convencieran o no los viera coherentes. Porque, por ejemplo, entiendo que entren a un edificio aprovechando que alguien lo haga (y esto es una suposición, pues no es algo que se muestre), pero no me cuadra que salgan de la misma manera, o que alguien les abra la puerta de su casa (o la deje abierta porque sí) sabiendo que hay una jauría de perros asesinos por la ciudad. En fin, detalles que, a mi juicio, empañan la credibilidad.
Zsófia Psotta es, junto a Body y Luke, la gran protagonista, para los tres es su debut en esto de la interpretación, y tanto niña como perros convencen en sus interpretaciones. Hay que dar un premio a los adiestradores caninos y, supongo, que al director, Kornél Mundruczó (Delta) por su paciencia, porque no creo que rodar con tantos animales sea una tarea fácil. Sándor Zsótér (Töredék) es el padre amargado, papel que cumple con buena nota, mientras que Károly Ascher y Vanda Verle (ambos debutantes) interpretan a los amigos de Lili, reservándose el propio realizador un pequeño papel.
En definitiva, White God es una interesante película, con instantes de gran poderío visual y una historia de la que se puede extraer más de una metáfora. No obstante, no termina de convencer en su tramo de revolución canina, utilizando situaciones difícilmente explicables y, por tanto, no resultando verosímil en muchos momentos.
LO MEJOR:
-La niña protagonista, Zsófia Psotta.
-Más de una potente imagen con los perros como protagonistas.
LO PEOR:
-La historia de Hagen no consigue que nos interese tanto como la de Lili.
-Las incoherencias o, al menos, preguntas sin respuestas que va dejando una vez se han rebelado los animales: ¿cómo se las apañan para entrar y salir de ciertos lugares?, etc.
¿Quién debería verla?
¿Los amantes de los perros?
2 comentarios:
Tendré que verla y comprobar qué tan bien actúa esa protagonista :)
¡Un fuerte abrazo!
Ya nos contarás tus impresiones, personalmente creo que lo hace muy bien la chica, y la película resulta interesante a grandes rasgos.
Saludos, y gracias por tu comentario ^^
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