James B. Donovan es un abogado, especialistas en casos de seguros, al que le encargan defender a un espía soviético, por que desde instituciones gubernamentales se quiere dar una imagen de que todo el mundo es defendido correctamente. Donovan resulta ser tan correcto que se granjea no pocas enemistades en su país, mientras que desde la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas le llega una carta que lo hace, de facto, mediador en un posible canje entre Rudolph, el espía defendido por Donovan, y Powers, un piloto de un avión espía yanqui.
Steven Spielberg y Tom Hanks forman un dúo creativo de contrastado éxito, pero aún así llevaban sin trabajar juntos desde hacía una década, por lo que el hecho de que volvieran a coincidir hizo que se levantara una alta expectación, y más teniendo en cuenta el tipo de historia de que se trataba. Y, a mi juicio, no decepcionan con El puente de los espías (Bridge of Spies, 2015), una película de espías que también lo es de abogados, un film, como viene siendo habitual en la filmografía del realizador de Munich, profundamente humanista.