Una tarde cualquiera, en la que estaba dedicando un rato a visitar alguna que otra librería especializada, avisté un tebeo de la desaparecida editorial
Glénat que captó mi atención por su portada. Creo que ni siquiera pude comprobar su interior al estar envuelto en plástico, y juraría que ni siquiera me leí el texto de la contraportada, ya que mi experiencia me dice que son muy dados a destriparte las partes más importantes de la historia. Pero la cuestión es que lo adquirí con curiosidad aunque con temor de que tras esa bonita ilustración de una muchacha caminando descalza, con los zapatos en la mano, hubiera una historia almibarada.
La ciudad al atardecer narra la historia de Minami, una joven que, como todos en Hiroshima, intenta vivir a pesar del fantasma, el trauma, de la bomba atómica, que estalló diez años atrás sobre el azul cielo de la ciudad. Mientras que El país de los cerezos está dividido en dos partes, el primero de los capítulos transcurre a finales de los años 80, en Hiroshima, y nos cuenta la historia de amistad entre Nanami y Toko, así como el viaje que hacen para visitar al hermano enfermo de la primera. En el segundo de los capítulos la historia se desplaza tanto en el tiempo, transcurriendo en 2004, como geográficamente, ya que Nanami y su familia viven ahora en Tokio. Nanami y su hermano Nagio temen por la salud de su padre, que está a punto de jubilarse, ya que realiza unos sospechosos y largos paseos, por lo que un día decide seguirle para averiguar adónde va y los motivos; durante el trayecto se encuentra con una viaje amiga que le ayudará en su particular investigación.